No es fácil explicarse cómo un Gobierno con los resultados de este en la gestión del coronavirus -mayor porcentaje de muertos que cualquier otro en sus espaldas y una anunciada caída del producto interior bruto equivalente a la de la posguerra- se atreve a enfrentarse en estos momentos a una encuesta. Si no fuera porque se trata de una cocinada en casa, marca Tezanos, que sirve más para justificarse que para expresar el verdadero sentimiento de la opinión pública, con una pregunta absolutamente capciosa sobre si habría que prohibir la crítica, atribuyéndola específicamente a los bulos o "informaciones engañosas", y remitirse exclusivamente a los comunicados que emite el Gobierno.

Sirviéndose de una redacción tramposa, el CIS consigue que el 87,8 por ciento apoye la pretensión de una censura y demuestra que, aun en unas circunstancias extremadamente graves para la salud pública, el Ejecutivo está más interesado en acallar las críticas a su nefasta gestión que en enderezarla y mejorar unos resultados francamente estremecedores.

No es un bulo recordar que el mayor número de muertos por habitante no se debe a una casualidad ni a la genética de los españoles, sino a la manifiesta imprevisión política hasta en la compra de unos test y unas mascarillas, ni tampoco lo es el colapso económico que auguran el FMI y otras autoridades monetarias internacionales en la peor de todas las previsiones.

La encuesta, además de indecorosa e insólita, por el momento en que se elabora y divulga, presenta otras peculiaridades. Por ejemplo, que más de un 52 por ciento considere buena la situación económica, cuando en marzo solo la apoyaba un 8,2 por ciento. Me pregunto qué es lo que ha cambiado para sentirse así de optimistas.

Mientras los ministros desfilan por la televisión arrojando luz y tranquilizando al país, el Gobierno pretende imponer el silencio de los corderos y un Ministerio de la Verdad. Uno más.