Larra ya avisaba de que "está el cólera en Madrid". Y para confirmar el método clásico de abordaje de las pandemias en España, el articulista añadía que "si el mal está en Madrid, la autoridad lo tiene callado, y así que nadie lo sabe". Conviene precisar que la frase se imprimió dos siglos atrás, durante los que nada ha cambiado y menos todavía el mando supremo de la Guardia Civil. El general que ocupa el número dos en la jerarquía benemérita afirma en una rueda de prensa, tras aclararse la voz y con el impagable apoyo de un texto escrito, que trabaja arduamente "para minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno" en las redes sociales. Faltaría más.

El escándalo no radica en la denuncia implícita del abyecto crimen de contrariar al Gobierno por escrito, sino en la descripción en horario infantil de esta conducta abominable. Al escuchar la firmeza inquisitorial del general José Manuel Santiago y cierra España, miles de niños en diverso grado de confinamiento entraron en estado de shock, para preguntar temblorosos a sus progenitores:

-Papá, ¿hay gente tan mala que hasta critica al Gobierno?

La excusa del "lapsus" formulada por el juez Grande Marlaska es inaceptable, porque conlleva la idea infamante de que un general de la Guardia Civil no sabe leer. Por cierto, el ministro ultraconservador aprovechó el "error" para colar una defensa cerrada de la ley mordaza de Rajoy. Entretanto, la ultraderecha considera inasumible que en la persecución de "bulos", noble tarea policial de la que antes se encargaba el sentido común del vulgo, la Guardia Civil desatienda un procés catalán que prosigue imparable. Tampoco cuela acusar de torpeza expresiva al general que proclama, en la misma intervención, que la Benemérita ha asumido el control del "estrés social". Ni Mao lo hubiera dicho mejor.