Ahora que pasamos el día somnolientos, está empezando a desatarse una epidemia de insomnio por toda España. Y los que logran dormir amanecen al día siguiente con la mancha de un par de pesadillas ensuciando las paredes de la noche anterior. Ni a sol ni a sombra nos deja tranquilos el virus. Una de las cosas que más temo cuando me meto en la cama es que, al entrar en las estancias oníricas de la fase REM, las encuentre ocupadas con otra perorata de nuestro lacrimoso presidente del Gobierno o con un aquelarre de altos cargos dando ruedas de prensa con sus atriles, como si fuera una edición de Saber y ganar hecha por Tim Burton, en la que nadie sabe responder cómo saldremos de esta.

Motivos para perder el sueño hay a diario. Así que, tal y como están las cosas, todos los representantes públicos deberían dejar de sobreactuar, no sea que el subconsciente pille al vuelo tanta mueca y contrición y nos las sirva, deformadas, a la hora de dormir. El otro día, por ejemplo, Pablo Iglesias activó uno de esos detonantes de la pesadilla nacional al pedirles perdón a todos los niños de España por el carajal que liaron con la salida a la calle. Debe verlo tan crudo que ya solo confía en que, en el futuro, cuando pase el descontrol, solo le voten los que apenas recuerden cómo se cocinó el desastre de 2020. Otro que tal baila es Pablo Casado, que se retrató preocupándose mucho delante del espejo del baño. Por la foto y el lugar, nadie sabe si está agobiado por la pandemia o por las hemorroides. En fin. Se ve que les molesta mucho que no les hagamos caso y estemos a lo nuestro: a morirnos en las UCI y a quedarnos sin trabajo.