Saludos en este día único e irrepetible de nuestra historia personal y colectiva. El 6 de junio de 2020, como todas las demás jornadas en que estamos vivos, es un día especial. No busquen ustedes alharaca, gentío y bombas de palenque para otorgarle tal categoría a uno u otro de los días en que nuestra vida se desarrolla. No, cada amanecer conforma un eslabón diferenciado y especial en nuestra propia cronología, y siendo conscientes de ello uno le otorga valor a eso mismo, a lo pequeño, al hecho de vibrar cada día por el mero hecho de formar parte de todo esto.

Ustedes es evidente que están aquí en este día, porque están leyendo estas líneas. Yo no tanto, porque ya saben que el artículo que tienen ustedes entre sus manos fue, como siempre, escrito unas horas antes de la medianoche del día anterior. En efecto, mientras mis manos se deslizan por el teclado y la pantalla me muestra el resultado de su evolución, son poco más de las ocho de la tarde del día 5 de junio, viernes. Una buena hora para sentarme y compartir con ustedes este rato sincero de opinión y análisis, como todos los martes y viernes desde el año 2002. Como decía, yo ayer ponía negro sobre blanco estos párrafos. ¿Y hoy? Bueno, espero que todo vaya bien y me mantenga en la nómina de los vivos...

El caso es que este día -ayer- en el que escribo, es el "día D". Sí, por supuesto porque todas las jornadas constituyen un particular "día D", en consonancia con lo que les contaba antes. Pero también, y muy especialmente, porque cada 5 de junio se celebra, ya desde el año 1972, el Día Mundial del Medio Ambiente, después de que en ese año se llevase a cabo -a partir del 5 de junio en Estocolmo- la "Conferencia sobre el Medio Humano", y de que a posteriori se refrendase definitivamente tal jornada. Un "día D" que este año nos habla de biodiversidad y que tiene como anfitrión a Colombia, uno de los paraísos del planeta desde tal punto de vista. Biodiversidad y medio ambiente son, no cabe duda, temas verdaderamente cruciales, y muy relacionados con todo lo que estamos viviendo.

Por eso me disponía a hablar en esta columna de tal cuestión, enmarcando en la celebración del 5 de junio la necesidad de contar con más y mejores políticas de cuidado del medio, tal y como viene advirtiendo Naciones Unidas, así como cada vez más voces de todo el mundo, provenientes de ámbitos verdaderamente plurales y multidisciplinares. Pero... ¿verdaderamente tiene sentido que dedique una columna especialmente al medio ambiente? Sinceramente no, porque creo que todo lo que he escrito en los últimos veinte años rezuma esa preocupación y tal sensibilidad de forma constante, fundamentalmente porque creo que, si nos lo tomamos en serio, ha de ser así. ¿Por qué? Pues porque la necesidad de preservación y cuidado del medio ambiente no es algo a lo que podamos dedicar una columna de forma más o menos puntual, y luego cambiar de tema. Para mí el cambio se traduce en que, como en el caso de los derechos humanos, este sea un tema verdaderamente transversal, que tenga que ver con todo lo que escribimos, hablamos y... vivimos. Y, si no es así, creo que el tema no está centrado en su justo lugar.

Es por eso que, en vez de pontificar sobre esto, lo otro y lo de más allá, les pido simplemente que sean conscientes de todo lo que significa nuestro entorno. De ello y de cómo lo modelamos y dimensionamos con intenciones muchas veces contrarias a las propias necesidades de la Naturaleza. Con todo, no estoy diciendo que tengamos que entrar en un estado catatónico, de inmovilidad y de pasividad, sin más. No. Pero sí que es verdad que ya hemos comprendido, a estas alturas de nuestro propio proceso de desarrollo, que cuanto mejor le vaya a la vida a nuestro alrededor, mejor nos irá a nosotros mismos, en el sentido más amplio de la palabra. Y, en particular, que cuanto mejor preservemos la biodiversidad, de forma que el entorno natural se pueda regir por sus propios mecanismos de control y evolución, más seguros estaremos. Algo importante para ser tenido en cuenta en estos tiempos donde las zoonosis han saltado, por desgracia, a la más rabiosa actualidad.

Somos parte de un todo, sí. Y si ese todo enferma, o no funciona correctamente, tampoco estaremos bien. Hay hoy suficientes retos abiertos en el mundo para ser tenidos en cuenta con prioridad máxima, desde tal punto de vista. No nos dispersemos con otras cuestiones y, visto lo visto, centrémonos en los temas importantes, que en el caso de la preservación medioambiental, coinciden también con los urgentes. Porque, hoy, un millón de especies animales y vegetales, se siguen enfrentando a la extinción.