La pandemia provocada por el coronavirus Covid-19 nos ha enfrentado a una realidad devastadora, con miles de muertos, millones de contagiados, un confinamiento en los hogares casi global, cierre de fronteras... y nos arroja ahora a un abismo económico y laboral. Ante una situación límite, la inmensa mayoría de la población ha reaccionado con responsabilidad comunitaria, siguiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias para minimizar riesgos y contagios, y con un emocionante compromiso solidario. Redes vecinales para apoyar a quienes más riesgos afrontaban ante el virus o que más solos se encontraban, en especial nuestros mayores; propietarios que perdonaron o retrasaron el cobro del alquiler a los inquilinos que no podían abrir sus negocios; y el agradecimiento a quienes nos defendieron en primera línea del Covid-19, ejemplificado en esas ovaciones desde la ventana, puntuales, a las ocho de la tarde. Esa casi unanimidad social merecía ser secundada desde las instituciones y por nuestros representantes públicos, a los que elegimos para que solucionen los problemas, no para que los engorden desde su simplismo ideológico. Con la excepción de las primeras semanas, el teatro en que han convertido el debate político, profanando escenarios como el Congreso y el Senado, no solo provoca bochorno y vergüenza ajena, sino que nos sume en el pesimismo de pensar que no saben estar a la altura de las circunstancias. Sería injusto, en todo caso, responsabilizar a todos por igual de esta crispación que, por suerte, no se traslada a la mayoría de la población. Por ello es preciso resaltar que otra política es posible. En A Coruña acaban de demostrarlo esta misma semana todos los grupos políticos municipales al respaldar al unísono el plan para la recuperación. Han estado a la altura de las circunstancias y se les ha de reconocer el mérito, a diferencia de otros lares donde se ennegrece el discurso político. Solo con responsabilidad, desde la respetable crítica y la discrepancia política, se puede ayudar a reconstruir en momentos tan extremadamente delicados como los que vivimos. A Coruña marca, así pues, el ejemplo que se debe seguir. No estaría de más que en el Congreso y en el Senado se girasen unos minutos hacia esta esquina de la Península, donde el extremismo no tiene cabida y donde los cinco grupos municipales han antepuesto el tan abofeteado interés general a sus disputas políticas, de las que tenemos sobrados ejemplos sonrojantes en el pasado más inmediato. La aprobación por unanimidad del Plan de Reactivación Económica y Social da Coruña, dotado con trece millones de euros, dice mucho de los 27 concejales de PSOE, Partido Popular, Marea Atlántica, BNG y Ciudadanos. El pero, que hayan tardado casi 80 días en sacarlo adelante, puede solventarse con una ejecución rápida y sin dilaciones para que las ayudas municipales lleguen cuanto antes a quienes están sufriendo los efectos económicos de la pandemia, principalmente autónomos y pequeñas y medianas empresas. En resumen, el plan municipal se vuelca en ayudas para cuotas de autónomos y pymes, y para alquiler de locales. Una tercera parte de esos trece millones de euros se destinará a esos dos fines. Habrá fondos para la adaptación de locales a las nuevas normas sanitarias, para la extensión del comercio electrónico en los negocios tradicionales, para el pago de intereses, y para vales con que premiar la fidelidad de los coruñeses a sus tiendas de barrio, entre otras iniciativas. Una situación excepcional como la actual requiere soluciones igualmente excepcionales, como la adoptada por los grupos. Comerciantes y hosteleros, dos de los colectivos laborales más golpeados por el Covid-19, reaccionaron con agradecimiento a la unanimidad municipal. "Nos han dado un respiro y nos han devuelto la confianza en quien nos gobierna", admitió el presidente de la Federación Unión de Comercio Coruñesa. El presidente de los hosteleros, Héctor Cañete, no fue menos efusivo: "El Ayuntamiento se ha mojado porque la dotación económica es muy alta y no hay ningún otro que haya actuado igual". Con la aprobación del plan ha de reconocerse el ejercicio de responsabilidad del Gobierno local de Inés Rey y de toda la oposición. El acuerdo demuestra que, incluso desde la discrepancia, es posible alcanzar puntos de encuentro. Seguro que, de llevarlo a cabo desde una cómoda mayoría absoluta, cualquiera de los cinco grupos políticos lo habría diseñado a su gusto, retirado algunos puntos y añadido otros. Marea, por ejemplo, lo considera escaso, pero expone que "mejor este plan que ninguno", según su portavoz, María García. O el BNG, que censura la inclusión en el proyecto del plan de contratación del Concello por carecer, a su juicio, de relación con la pandemia, pero defiende que era el momento de "aparcar diferencias", según su portavoz, Francisco Jorquera. Como señaló el concejal de Hacienda, José Manuel Lage, esta era la hora de la "generosidad", que agradeció a la oposición: "Habrá tiempo para las diferencias políticas". "Estaba claro que era el momento de unir", en palabras, que suscribimos, del portavoz del PP, Roberto Rodríguez. El pacto alcanzado, asentado en la cooperación y el consenso, es la mejor forma de contribuir a la apremiante recuperación que todos los coruñeses anhelamos. Es más, Gobierno local y oposición deberían seguir aunando fuerzas para ampliar el plan en caso de necesitarlo la ciudad. Las bases están puestas. Solo queda esperar que unos y otros demuestren que el acuerdo no solo puede ser posible cuando nos asomamos al abismo.