LA OPINIÓN A CORUÑA prosigue esta semana sus Diálogos para la Reconstrucción, una exitosa iniciativa para aportar luz en la desescalada con propuestas y reflexiones relevantes de distintos ámbitos. Desde el turismo a la automoción, desde el mundo rural a las nuevas tecnologías, las empresas o la economía, sus consejos constituyen una valiosa guía para iniciar la recuperación. Sin victimismos ni dilaciones en espera de auxilios milagrosos, no existe otra opción para los ciudadanos que la de luchar y trabajar, cada uno en su campo, con renovada ilusión e intensidad. A las administraciones corresponde liderar el proceso, arrimar el hombro y despejar el camino. Tras 90 días de confinamiento, Galicia se convierte a partir de mañana en la primera comunidad de España que queda fuera del estado de alarma al cumplir los parámetros sanitarios para ello. Sin bajar la guardia ante la posibilidad real de rebrotes, toca ahora pisar a fondo el acelerador para relanzar cuanto antes la economía de todos.

La rueda del progreso no puede detenerse jamás aun cuando las circunstancias sean muy diferentes a las hasta ahora conocidas. Pararse, congelar el avance de las naciones y regiones, no es nunca la alternativa a pesar del miedo y el desconcierto que siempre siembran lo imprevisto y lo inesperado. El formato mismo de los Diálogos para la Reconstrucción, a través de los que LA OPINIÓN A CORUÑA invita a especialistas de referencia y responsables públicos a reflexionar y aportar recetas para superar este difícil momento, constituye un ejemplo perfecto. Ni el confinamiento, ni la distancia, ni la imposibilidad de organizar actos públicos impidió que su testimonio llegara a los gallegos a través de novedosas videoconferencias. Con ellas se ha abierto además un interesante cauce de participación porque los interesados les formulan en directo sus dudas e interrogantes.

Los intervinientes, sin excepción, han lanzado un mensaje de optimismo, el catalizador imprescindible para activarse de nuevo y recobrar la esperanza. Si buscamos las virtudes conjuntas ensalzadas esas convergen en el civismo y la importancia del liderazgo para cohesionar a la ciudadanía en las horas dramáticas. Este desastre solo se supera con humildad, unidad verdadera, firmeza, sentido de anticipación y responsabilidad. Para coordinar actuaciones y enlazar a distintos grupos en torno a una causa, para movilizar recursos humanos y financieros, lo primero es promover ideas. Luego fomentar sin politiquería su discusión. Después elegir las provechosas y multiplicadoras para finalmente impulsarlas de manera concertada. Todos a una, con todos detrás.

Esa enseñanza primordial de los Diálogos debería arraigar profundamente en el credo colectivo para actuar mejor ante la próxima crisis. Lo que pudimos aprender de la de 2008 enseguida se olvidó. Los gobiernos volvieron a gastar a manos llenas en sus compromisos clientelares sin corregir los desajustes. Lo mismo no puede ocurrir esta vez, entre otras razones porque el precio, elevadísimo, se paga en vidas, no solo en intereses de la deuda. Las reformas que entonces eran urgentes ahora son sencillamente el último tren hacia alguna parte.

La reconstrucción se asienta básicamente sobre dos principios: no dejar a su suerte a los damnificados, lo que exige políticas sociales, y reanimar con urgencia los negocios, lo que depende de la inversión. Ambos pilares se disputan los escasos recursos. Las ayudas no pueden ser ilimitadas ni ad infinitum. La asistencia social más fructífera consiste en proporcionar puestos de trabajo, no bonos para alimentos. Con recaudación menguante, evitar a la par el estallido callejero y la hecatombe productiva requiere tener claros los objetivos y afrontarlos con valentía.

Galicia no puede olvidar a quienes sufren. Tampoco su corazón industrial, a los autónomos, al comercio y a la hostelería, que atraviesan una situación durísima por el cambio de hábitos y la caída de ingresos. El reto consiste en encontrar el delicado punto de equilibrio entre las múltiples necesidades. Pero también en usar como un muelle lo que está ocurriendo. Forzados a la contracción, no basta con que las iniciativas para el despliegue nos devuelvan a la posición original. Tienen que lanzarnos mucho más lejos. Al salto definitivo hacia una economía sólida, del siglo XXI, limpia, tecnológica y digital, y a una sociedad de ciudadanos libres, prósperos e iguales en derechos y oportunidades.