La recesión provocada por la pandemia asusta no solo por su hondura sino también por la vertiginosa velocidad con la que arrastra hasta el fondo los indicadores. El drama se superpone, en Galicia también, a numerosos problemas estructurales arrastrados desde hace mucho que habrá que arremangarse para resolver -las lagunas de la formación profesional, la transición energética e industrial, la investigación- y a sucesivas reconversiones que no terminaron por asentar otro modelo productivo. De la mano del comité de expertos económicos de Galicia, un organismo plural impulsado por la Xunta para ayudar a la reactivación tras la pandemia, han salido tres proyectos tractores "sostenibles" para crear riqueza en el medio plazo: una planta para generar hidrógeno verde, un centro de economía circular para transformar purines de las granjas en biogás y fertilizantes, y una fábrica para producir fibras textiles a partir de la madera. Existen argumentos para creer que una nueva industrialización es posible si se afronta con criterio y determinación. Hay desarrollo si hay ganas de prosperar, pero para ello es necesaria la complicidad y la unión de administraciones y agentes sociales, sin distinción. Porque ninguno de estos proyectos, potenciales para crear riqueza, depende de un solo actor, precisa de varios.

Vamos a tener que realizar todos un esfuerzo desmesurado para salir de esta. La salud es lo prioritario, porque la vida depende de ella, pero la economía y el trabajo también son salud. Ya nadie duda de que el país entrará de sopetón en una recesión profunda, que no se curará únicamente con cuidados paliativos. El principal objetivo ha de ser que dure lo mínimo posible. Pero la salida de ese cataclismo económico exige no solo salvar todo cuanto sea posible del tejido productivo: es obligado abrir paso a una nueva industrialización que requiere de una estrategia compartida de futuro que permita mitigar los golpes.

Si el cambio climático ya planteaba a todos serios desafíos antes de la pandemia, la paralización económica consecuencia de la misma no ha hecho más que acrecentarlos. La reducción en el uso de las energías fósiles y la progresiva sustitución por otras verdes para evitar sus efectos perniciosos sobre el clima no tiene vuelta atrás. Cada progreso en la descarbonización pone de manifiesto la necesidad de una estrategia regional sobre este asunto, a dónde queremos llegar y cómo pretendemos hacerlo.

Alcoa ya ha activado esta semana el despido colectivo para 534 trabajadores de su planta de aluminio en A Mariña, en la provincia de Lugo, que puede afectar a otros 400 empleados de empresas auxiliares. El cierre de las centrales térmicas de carbón va a suponer en el horizonte del año 2030, sino antes tal como avanzan los acontecimientos, la desaparición de un tercio de la producción eléctrica generada en Galicia. De hecho, la central de Endesa de As Pontes, junto con la de Naturgy, en Meirama, alternaban con las hidroeléctricas en el trono de la producción en la comunidad antes del parón. Evaluar el impacto de la transición energética y poner los medios para hacer compatible un discurso verde con la defensa de factorías engorrosas o, en su caso, sustituirlas por otras alternativas compromete a todas las administraciones. Lo que Galicia no puede es perder más musculatura industrial.

De ahí la importancia de los tres proyectos de industrias sostenibles seleccionados por el comité de expertos económicos de Galicia para ayudar a la reactivación de la economía tras la pandemia del coronavirus. El Gobierno gallego los ha hecho suyos y en todo caso, será el Ejecutivo saliente de las urnas el próximo 12 de julio el que tendrá en sus manos darle el impulso necesario para obtener financiación europea además de atraer a otros socios estratégicos para su desarrollo.

Los planes elegidos precisan de una inversión de 1.300 millones de euros y generarían en torno a 1.700 empleos directos. Aunque con el condicionante de haber sido presentados en vísperas de la contienda electoral, todos ellos encajan en el Programa Verde Europeo y están ligados a los principios de sostenibilidad, innovación y economía circular, por lo que aspiran a captar importantes fondos europeos así como inversores privados. El propósito es construir una planta para la fabricación de viscosa a partir de madera sostenible para su uso por la industria textil, otra para la producción de hidrógeno verde, considerado el combustible del futuro, y un centro para transformar purines de las granjas en fertilizantes y biogás.

Los proyectos dibujados constituyen una apuesta por nuevos nichos y plantean convenientemente desafíos por encima de actitudes defensivas, una hoja de ruta que en todo caso necesita completarse también con otras iniciativas, programas y fondos específicos que refuercen a sectores que ya son estratégicos de Galicia, como los astilleros o la automoción, situados en la vanguardia nacional.

Como hemos dicho en repetidas ocasiones nadie va a pensar en Galicia por los gallegos. Y Galicia necesita jugar no solo en la retaguardia sino actuar sobre los problemas más urgentes en la economía. De ahí la urgencia de evaluar las vulnerabilidades de la industria regional y prever sus efectos para encajarlas con plena operatividad en la transición energética.

Limitarse a aguardar el impacto e intentar sostenerse en la lona, más aún ante el brutal castigo de la recesión, nunca será la solución. En la elección y fijación de las pautas de actuación, a la Xunta que salga del 12-J le corresponde llevar las riendas. Y el Gobierno central tendrá que asumir sus responsabilidades y cumplir con sus deberes. Más allá de la palabrería es obligación de las administraciones poner los medios necesarios para sustanciar los proyectos en acuerdos de país que marquen un rumbo claro para emprender el camino del día después. Y es esencial hacerlo de la mano de los agentes económicos y sociales.

El camino de la modernización pasa ineludiblemente por persistir en la innovación y obtener los recursos tecnológicos necesarios para ganar competitividad. No basta con buena disposición. Es necesario ponerse manos a la obra con ambición y con la colaboración de todos. No hay tiempo que perder.