El sufragio es un derecho reconocido en la Constitución cuyo objeto es participar en los asuntos públicos a través de la libre elección periódica de nuestros representantes. La ley que regula la materia es la Ley Orgánica 5/1985 de 19 de junio, de Régimen Electoral General, cuyo objetivo esencial es que el derecho de sufragio se realice en plena libertad. Los actos político por excelencia en los que se ejercita tal derecho es la elección de los miembros de las Cortes Generales, de los Parlamentos de las comunidades autónomas y de los representantes en los Entes Locales, todo lo cual tiene lugar mediante "sufragio universal, libre, igual, directo y secreto".

Como es sabido, desde un punto de vista instrumental, el voto se deposita con el fin de que cada ciudadano pueda elegir al partido o la agrupación que mejor represente su voluntad en orden a la participación política. Lo cual implica que el derecho de sufragio, tal y como está concebido en la Constitución, tiene un sentido positivo o de utilidad, o si se prefiere, de responsabilidad, en la medida en que se trata de que cada elector escoja la formación que, a su juicio, esté mejor preparada para ejecutar el programa que más se aproxime a su manera de concebir la actuación política.

Pero si lo que se acaba de decir es cierto, no lo es menos que el hecho de que el sufragio sea libre y secreto permite al votante adoptar la postura que desee, incluida la más irresponsable. En efecto, la libertad de voto -que, como dice la Ley Electoral es su objetivo esencial- le permite al ciudadano hacer lo que quiera con él, incluso abstenerse de emitirlo. Además de lo que concierne al hecho de votar o no, la libertad de voto hace posible que la decisión de cada elector tenga como fundamento cualquier razonamiento, inclusive la sinrazón.

Pues bien, justamente, para hacer posible todo lo anterior se establece que el voto es secreto. Al mantener reservado el sentido del voto, el votante goza de una verdadera libertad de decisión, hasta la más descabellada, ya que al no tener que exhibirlo nadie no se sabe qué votó ni tiene que dar explicación alguna sobre ello.

Como es sabido, a la hora de escoger su opción electoral, todo votante puede moverse por factores racionales y emocionales. Los dos son válidos pero, en principio, denota mayor madurez democrática actuar desde la razón que desde el corazón.

Con el fin de que el próximo 12 de julio los votantes gallegos se guíen más por la razón que por el corazón, voy a recordar dos reflexiones de mi admirado Baltasar Gracián que figuran en su obra El arte de la prudencia. Oráculo manual, que publicó en 1647.

La primera es la número 80, titulada Cautela el informarse"y en ella dice el autor: "Se vive más de oídas que de lo que vemos. Vivimos de la fe ajena. El oído es la segunda puerta de la verdad y la principal de la mentira. De ordinario la verdad se ve y excepcionalmente se oye. Raras veces llega en su puro elemento y menos cuando viene de lejos: siempre trae algo de mezcla de los ánimos por donde ha pasado. La pasión tiñe de sus colores todo lo que toca, en contra o a favor. Se inclina siempre a impresionar: hay que tener mucho cuidado con el que alaba, mayor con el que critica. Es necesaria mucha atención en este punto para descubrir la intención del intermediario, conociendo de antemano de qué pie cojea. La cautela debe ser contrapeso de lo falto y de lo falso".

La segunda reflexión lleva el número 96 y se titula Un extraordinario buen sentido. En ella dice Gracián "es el trono de la razón, base de la prudencia, y por él cuesta poco acertar. Es el regalo del cielo más deseado por ser el primero y el mejor. Es la primera pieza de la armadura, tan necesaria que si falta cualquier otra el hombre no será llamado falto. Su menos, su falta, se nota más. Todas las acciones de la vida dependen de su influencia, y todas solicitan su aprobación, pues todo tiene que hacerse con seso, con buen sentido. Consiste en una propensión innata a todo lo que está de acuerdo con la razón. Siempre se casa con lo más acertado".

En definitiva, sobre la base de todo lo que antecede les deseo a mis paisanos que a la hora de decidir el sentido de su voto sigan los dos consejos de Gracián: "cautela al informarse" y "un extraordinario buen sentido". Seguro que les irá bien.