Alberto Núñez Feijóo lo ha conseguido por cuarta vez. Los gallegos le han vuelto a dar una mayoría absoluta con los mismos diputados (41), a falta de la asignación final de un escaño que de madrugada, al cierre de esta edición, se disputaba con el PSdG por un puñado de votos en la provincia de Pontevedra. Iguala en victorias absolutas a Fraga y acapara todo el voto de la derecha al dejar a Ciudadanos y Vox sin ni una sola opción de entrar en el Parlamento. La nacionalista Ana Pontón se convierte en la otra triunfadora de la noche, consiguiendo aupar al BNG como segunda fuerza con un espectacular crecimiento que triplica sus escaños (19) sobre las cenizas de las mareas, que quedan excluidas del Parlamento, y frenando al PSdeG, que logra una pírrica mejoría para sus expectativas y consigue uno más (15), el de asignación incierta.

Feijóo se presentaba a sus cuartas elecciones apelando a que Galicia necesita más que nunca un gobierno fuerte y homogéneo frente a la alternativa de una coalición de partidos de izquierda, nacionalistas y rupturistas, y los gallegos han respondido a su llamada reiterándole su confianza tras más de once años de Gobierno.

La gestión de estos primeros cinco meses de pandemia ha influido sin duda a un resultado que viene a agrandar la victoria que presagiaban las encuestas cuando la convocatoria electoral fijada para el 5 de abril quedó suspendida por el estado de alarma.

En tiempos de coronavirus y de casi imposibles mayorías absolutas, la victoria adquiere carácter de histórica y representa un inequívoco refrendo no solo a un modelo de gestión, sino también a una apuesta por la centralidad política y la transversalidad. Y tiene, además, una doble y paradójica lectura interna para Génova: da oxígeno a Casado en la primera cita con las urnas en tiempos de pandemia (en contraposición al retroceso de ayer en las elecciones vascas) y, al tiempo, supone una enmienda al giro conservador que la dirección nacional ha imprimido a la formación frente al discurso de moderación y desmarque sin ambages de Vox del líder gallego. El éxito de su apuesta refuerza su figura y liderazgo, que de nuevo tendrá que afrontar los cantos de sirena procedentes de Madrid.

Bajo el liderazgo de la carismática Ana Pontón, la otra gran triunfadora de la noche electoral, el BNG experimenta una remontada espectacular y logra el mejor resultado de su historia, por encima del alcanzado por Beiras en 1997. Consuma el sorpasso por la izquierda y pasa a liderar la oposición los próximos cuatro años captando para sí todos los escaños en poder de En Marea. No solo consuma la vuelta a casa de muchos de sus votantes desencantados sino que atrae de nuevo al electorado joven.

Las expectativas y el foco puesto en la campaña por el PSdeG en liderar la alternativa de izquierdas convierte en victoria pírrica la consecución de un escaño más. Por lo exiguo del resultado y porque, además, la candidatura de Gonzalo Caballero partía con el respaldo del presidente Sánchez en Moncloa y ostentar su formación el poder en cinco de las siete grandes ciudades gallegas y en tres de las cuatro diputaciones.

Si en 2016 el PSdeG perdió el liderazgo de la oposición por el tsunami de las mareas, ahora es la marea del BNG la que supera a los socialistas. Gonzalo Caballero no ha sido capaz de ilusionar y trasmitir cuál era el modelo alternativo de comunidad que pretendía para Galicia.

Pero el gran derrotado de las urnas ha sido el socio de gobierno de los socialistas en Madrid: Galicia en Común, el espacio de Unidas Podemos y sus confluencias nacionalistas, se queda fuera del Parlamento, una hecatombe para la principal marca heredera de En Marea. La alianza de Unidas Podemos, Esquerda Unida y Anova ha sido incapaz siquiera de retener uno solo de los 14 escaños de hace cuatro años. Las guerras fratricidas y su incorregible división interna les han pasado factura, sin duda, pero ni siquiera la participación activa de la ministra ferrolana Yolanda Díaz ha logrado paliar un descalabro que, por su magnitud, debilita su posición nacional. Marea Galeguista, la otra formación con restos de las mareas que pugnaban en la contienda, queda también fuera del hemiciclo.

Son resultados que responden, en líneas generales, a las previsiones de los sondeos electorales que, como el de GESAP para LA OPINIÓN vaticinaba la cuarta mayoría absoluta de Feijóo, contemplaba la posibilidad del sorpasso en la izquierda y auguraba el hundimiento de las Mareas. No acertaron en cambio en la participación, cinco puntos superior a la de hace cuatro años pese a lo atípico de los comicios, marcados por una campaña condicionada por la pandemia y celebrados por primera vez en pleno verano.

En su primer mensaje a los gallegos, Feijóo reiteró anoche que su compromiso político es con Galicia y, aclamado por militantes y cargos del partido y la Xunta, aseguró acometer su cuarto mandato con más ilusión y ganas incluso que el primero. Despejado el panorama de gobernabilidad para los próximos cuatro años eso es lo que toca: desechar ambigüedades, fijar con ambición objetivos transformadores a medio y largo plazo y formar un equipo con liderazgos y competencias capaces de implementarlos. El desafío de superar una recesión sin precedentes exigirá un esfuerzo descomunal que solo con esos mimbres y una clara predisposición al consenso podrá afrontarse con las opciones de éxito que Galicia espera y se merece.