A los diez años del gran triunfo de La Roja, el Marqués de Del Bosque, uno de los pocos títulos nobiliarios que dan cuenta de una grandeza, habla en una entrevista de cada jugador. De David Villa dice que era el que terminaba la obra de todo el equipo. En la descripción que hace del Guaje dice (sin ánimo peyorativo) "pícaro, egoísta cara al gol". Lo primero es exacto, lo segundo no. He visto jugadas de Villa de insólita generosidad, dando el gol a un compañero. Su norma, en ese instante que exhibe la salud ética del propio instinto, debía de ser esta: hacer yo el gol si creo que soy quien mejor puede (ocurría casi siempre); dárselo a otro si claramente puede hacerlo mejor; dárselo también alguna vez como regalo a un compañero, si no está en juego nada, y, en la duda, disparo. Pícaro, sí, pero con el contrario, y a la vez leal y honrado con los suyos. Sin él no hubiéramos sido campeones.