No es algo que diga yo, sino que lo escribió Baltasar Gracián en su obra El Discreto en 1646: "achaque es de todo lo muy bueno que su mucho uso viene a ser abuso. Codiciando todos por lo excelente, con que se viene a hacer común, y, perdiendo aquella primera estimación de raro, consigue el desprecio de vulgar, y es lástima que su misma excelencia le cause su ruina. Truécase aquel aplauso de todos en un enfado de todos".

Viene esto a cuento porque, como sigan así los socialistas, van a conseguir que Pedro Sánchez acabe ingresado en la UVI a causa de una fuerte indigestión de aplausos. En efecto, como recordarán, hace solo unos días Pedro Sánchez, tras haber seguido la táctica de la "escucha activa" (lo cual induce a creer que poco tuvo que ver en el acuerdo alcanzado), logró que España vaya a recibir unos 140.000 millones de euros del fondo de recuperación europeo, de los que 72.700 millones se darán en ayudas directas. Pues bien, tras cuatro intensas jornadas de negociaciones, al regresar de Bruselas Pedro Sánchez fue recibido en La Moncloa con una salva de aplausos por sus ministros.

Pues bien, como si se tratara de una consigna de Iván Redondo para fortalecer la imagen del líder en el interior del país (en el exterior parece que no está tan cuidada), el miércoles sus señorías los diputados socialistas, presos de un entusiasmo sin límites que los llevó incluso a saltarse el pacto sobre el aforo del Congreso en tiempos de pandemia, corrieron en tropel a aplaudir enfervorecidos al líder supremo.

En la acción de aplaudir hay tres elementos: los palmeros, el celebrado y el motivo por el que se aplaude. Los palmeros fueron el miércoles sus señorías, los diputados socialistas, que golpearon una con otra las palmas de sus manos, puestos de pie en señal de aprobación a Pedro Sánchez. El celebrado fue, en palabras muy acertadas de Rubén Amón "el puto amo" Sánchez, un político que dirige con mano férrea el PSOE en el que ha acabado con la más mínima discrepancia. Y en cuanto al motivo por el que palmotearon sus señorías, parece que reúne diversos ingredientes, según vamos a ver seguidamente.

El primer ingrediente es el habitual forofismo típico del palmero del montón que no quiere ser menos que los que más aplaudan al líder. Y si los ministros ovacionaron con entusiasmo "al puto amo" en La Moncloa, ellos, que representan a la ciudadanía, no podían dejar de aclamar enfervorecidos al líder supremo. No hay que descartar, y este es el segundo ingrediente, que muchos aplaudieran para seguir saliendo en la foto. Y es que si "el puto amo" hubiese detectado cierta minoración en la alabanza el implicado podría quedar en el futuro fuera de las listas y entonces adiós a la nómina. Finalmente, hay quienes aplauden por aplaudir. Son los gregarios acríticos que siguen la máxima "¿dónde va Vicente? Pues a donde va la gente". Y como la gente actual del PSOE se dedica a aplaudir al líder supremo, ellos hacen lo mismo.

Sería una falta de objetividad inadmisible que no reconociera que Sánchez obtuvo logros destacados. Y uno de ellos fue, sin duda, obtener los indicados 140 millones de euros de rescate del fondo europeo. Razón por la cual podría entenderse que los diputados socialistas desearan expresarle también su reconocimiento al secretario general de su partido y presidente del Gobierno.

Lo malo es que justamente el día anterior se publicó la Encuesta de Población Activa que arrojó unos datos muy negativos y preocupantes. En palabras del propio Instituto Nacional de Estadística: "la ocupación ha bajado en 1.074.000 personas en el segundo trimestre. Hay que tener en cuenta que esta cifra no incluye a los afectados por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) con suspensión de empleo que, según la metodología de la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que se aplica en la EPA, se consideran ocupados".

No soy tan osado como para discutir el pensamiento de Gracián. Pero me temo que lo que él había detectado sobre el abuso de los aplausos fuese aplicable en la brillante España del Siglo XVII, en pleno Siglo de Oro. Pero no creo que lo sea a la España de hoy. A diferencia de Gracián, pienso que la ciudadanía actual no llegará a pensar que el aplauso de "todos se convierta en un enfado de todos".

El presidente Sánchez, bien sea por su cinismo ideológico del que habla Rubén Amón cuando lo califica como "el puto amo" o por la ausencia de ideología, como sostiene José Ramón Iturriaga, tiene desconcertados a sus más directos rivales. A Pablo Iglesias porque sin romper la coalición de gobierno es capaz de pactar, con las condiciones que sean, la cifra del fondo europeo con Merkel (Unión Demócrata Cristiana alemana) y Marc Rutte (Partido Popular por la Libertad y la Democracia holandés). Y a Pablo Casado, al que reprocha que sea incapaz de pactar en España con él, cuando en Europa él ha logrado hacerlo con los citados Merkel y Rutte.

Vivimos momentos muy complicados, sanitaria, económica y socialmente, y admitiendo que mi habitual optimismo pueda haber cedido finalmente ante el incómodo pesimismo, creo honradamente que no estamos para tiempos de aplausos y mucho menos para abusar de ellos.