Se atribuye a Otto von Bismarck la frase "El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación". Si, como parece, la frase es muy acertada, la conclusión es hoy muy preocupante: casi todos los que intervienen en los asuntos de gobierno son políticos y apenas alguno es estadista. Y es que tengo para mí que el hecho de que la actividad política se haya ido profesionalizando progresivamente ha acabado por hacer que los que se dedican a ella piensen en la próxima elección que será la que determine su futuro más que en la próxima generación, que cuando entre en escena no se sabe dónde estará el político de turno. Con todo, en el panorama político europeo ha habido, junto a la casi generalidad de políticos preocupados por sus próximas elecciones, algún estadista que pensó en las próximas generaciones. Si hubiera que citar ahora a algunos de estos, creo que serían pocos los que no reconocieran la condición de estadistas a políticos como Konrad Adenauer, Winston Churchill y Charles de Gaulle. Y entre los políticos españoles de los últimos tiempos y ya desaparecidos, pienso que serán muy pocos los que le nieguen hoy la condición de estadista a Adolfo Suárez.

A decir verdad, en el paso de la condición de político a estadista suele influir de manera determinante la existencia de un acontecimiento de tal envergadura que exige a los que están en la política diaria proyectar la mirada no hacia lo más próximo sino hacia el futuro. Así sucedió con Adenauer, Churchill y De Gaulle que tuvieron que superar las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y tratar de que no volviera a tener lugar ninguna otra conflagración de esa envergadura. Y lo mismo puede decirse de Adolfo Suárez, el cual, codo a codo, con el Rey Juan Carlos I lograron consensuar con las demás fuerzas políticas mayoritarias el tránsito desde una autocracia a democracia parlamentaria plena.

Viene todo lo que antecede a cuento porque, y tal vez como nunca antes, España está a punto de entrar en la mayor crisis de su historia reciente. Crisis que es poliédrica porque es sanitaria, social, económica y, por tanto, política. Tal crisis, como es sabido, es consecuencia de una pandemia mundial debida a la propagación del coronavirus.

Pues bien, el hecho de que el coronavirus se está extendiendo por casi todos los países del mundo permite comparar la actuación de los gobernantes de otros países y, en concreto, en cuanto al modo en que se dirigen a sus ciudadanos para advertirles de la gravedad de lo que les amenaza y el modo de superarlo.

Entre las intervenciones que más me han impresionado por su claridad y porque es un modelo de pensar en las próximas generaciones más que en los votos de las próximas elecciones, está la de la Canciller alemana Ángela Merkel de la que reproduzco los pasajes más significativos.

"Queridos conciudadanos, el coronavirus está cambiando la vida de nuestro país de forma dramática. Nuestra idea de la normalidad, de la vida pública, de la interacción social, todo esto está siendo puesto a prueba, como nunca antes. Millones de ustedes no pueden ir a trabajar, sus hijos no pueden ir a la escuela o a la guardería, los teatros y los cines y las tiendas están cerrados y, quizás lo más difícil, todos nos perdemos los encuentras que de otra manera se habrían producido. Muchas preguntas y preocupaciones sobre cómo seguir adelante. Me dirijo a ustedes hoy de esta forma inusual porque quiero decirles lo que me guía a mí como canciller. Esto es parte de una democracia abierta: transparentar las decisiones políticas y explicarlas, que justifiquemos y comuniquemos nuestras acciones de la mejor manera para que sean compresibles. Creo firmemente que tendremos éxito en esta tarea si realmente todos los ciudadanos lo toman como SU tarea. Así que déjenme decir que esto es serio. Tómenselo en serio también. Desde la reunificación alemana, no, desde la Segunda Guerra mundial, no ha habido un desafío para nuestro país que dependa tanto de nuestra solidaridad. Depende de todos. No estamos condenados a aceptar pasivamente la propagación del virus. Tenemos el remedio: por consideración al otro, mantengamos la distancia. El consejo de los virólogos es claro: no más apretones de manos. Lávense bien las manos y con frecuencia, mantengan al menos un 1,5 m de distancia de la persona más cercana y, preferiblemente, apenas tenga contacto con los muy ancianos porque son especialmente vulnerables. Sé lo difícil que es y lo que se requiere de nosotros. Queremos estar cerca el uno del otro, especialmente en tiempos difíciles. Concebimos el afecto como la cercanía física o el contacto. Pero por el momento lo contrario es, desafortunadamente, lo correcto. Y todos tenemos que entender eso: en este momento la distancia es la única manera de expresar cuidado. La visita bienintencionada, el viaje que no tenía que haberse producido, todo esto puede significar un contagio que no debería tener lugar ahora. Si se evitan las reuniones innecesarias, ayudarán a todos aquellos que tiene que tratar más casos cada día en los hospitales. Así es como salvaremos vidas".

Llegado a este punto, le pido, estimado lector, que compare estas palabras de Ángela Merkel con las que usted pueda recordar de todas las intervenciones que le ha oído a nuestro presidente del Gobierno durante los casi seis meses que llevamos de pandemia y que juzgue desapasionadamente si ve a Pedro Sánchez como un político o un estadista, porque de la que no se puede dudar que es una estadista es de la canciller alemana.