En las pesadillas el momento más angustioso es aquel en el que uno quiere salir y no hay manera. En esa fase el que sueña sabe ya que es un sueño, agudizando ese contraste la angustia, pero no encuentra puntos de apoyo para arrancarse de la pegajosa red que lo tiene sujeto. A veces funciona intentar gritar, buscando en el sonido un canal de fuga, pero ese es el momento en que, aunque la voz tampoco responda del todo, se despierta a la persona que duerme al lado y hasta al vecindario. La extraña situación que desde hace ya un semestre estamos viviendo tiene algo de pesadilla, y ahora vamos entrando en esa fase del escape imposible. Lo curioso es que, aunque sabemos ya que la salida consiste de momento en una extrema disciplina personal y colectiva, cambiando modos de vida y de relación, nuestra forma de ser se resiste y nos tiene atrapados en el mal sueño.