El sol y la niebla reñían frente a mi ventana como dos discutidores vocacionales cuyo único interés es el de llevar razón. Finalmente, la niebla se disipó y apareció un paisaje ordenado en lo grande. Todo estaba en su sitio: el arce oscuro, la casa pintada de verde, el perro del vecino y hasta la gaviota que a esta hora atraviesa el paisaje como si tuviera una obligación diaria que cumplir.

Lo macro, bien, gracias.

El desorden se encontraba en lo micro, incluso en lo invisible. En lo que sucedía en el interior de mi cabeza que, considerada en el conjunto de las cabezas del universo, apenas representaba un grano de arena de la playa. Pensé en mi cabeza independientemente de mi cuerpo y por un momento la vi abandonada junto a las del resto de la humanidad. Unos siete mil millones de cabezas como recién cortadas por una guillotina formidable. Todavía frescas. Dicen que las cabezas de los guillotinados mantienen durante unos segundos la consciencia, que sus ojos ven y que hasta podrían hablar si tuvieran algo que decir en tales circunstancias.

¿Qué nos diríamos todas esas cabezas, todas esas bocas, qué escucharían nuestros oídos?

En Rusia han envenenado a un opositor y Abel Caballero, alcalde de Vigo, acababa de inaugurar la Navidad. Es un loco de la iluminación. Coloca tantas bombillas que ha de empezar a finales de agosto para llegar en condiciones a diciembre. Le gusta presumir de ser el alcalde que más luces tiene.

Lo del opositor ruso lo he escuchado por mi izquierda y lo de Abel Caballero por mi derecha. Se ve que hay cabezas preocupadas por lo que ocurre en el mundo. La expresión "cabezas de ganado" es una figura retórica, de nombre sinécdoque, que ocurre cuando se nombra la parte por el todo, como cuando una madre dice que tiene muchas bocas que alimentar. Lo decía la mía y me hacía sentir, al escucharla, como si yo fuera una boca y solo una boca porque entonces aún no había estudiado preceptiva literaria. De súbito, la niebla vuelve con más fuerza, aunque no con más razón, y el día se oscurece. Septiembre asoma.