"Cuanto peor, mejor para todos. Y cuanto peor para todos, mejor". Corría el 13 de junio del año 2017, cuando en el fragor del debate de su primera moción de censura Mariano Rajoy lanzaba estas claves de análisis. Cuenta la leyenda que se trató de un lapsus linguae, pero quien más quien menos tuvo la contradictoria sensación de ver inquietantes luces en medio del fárrago lingüístico. El desorden de los factores no alteraba el producto, y tres años después la Era Covid-19 ha elevado la profecía mariana a la máxima potencia a través de un sustancial cambio de paradigma en la praxis política: se han concentrando tanto en convivir con el virus, que apenas se proponen medidas que tengan como objeto final eliminarlo. Más que acabar con el problema, por ahora lo que se busca es hacerle un hueco en nuestras vidas, y sin consultárnoslo a nosotros.

En lugar de abrir desde un primer momento una arteria principal encaminada a frenar las causas del SARS-CoV-2, las estrategias y recursos se abalanzan a parchear sus consecuencias, con la arriesgada particularidad de hacerlo desde un enfoque cuantitativo -cuantas más medidas, mejor-, y no aplicado a las circunstancias en su conjunto, sino a las personas en particular. Total, que hemos llegado a un punto en el que parece que quien mejor gobierna es quien más restricciones aplica. Es decir, cuanto peor (vivimos), mejor (se está haciendo).

Establecer mecanismos que nos permitan recuperar nuestra calidad de vida de modo definitivo, a prueba incluso de nuevos envites sistémicos, no puntúa actualmente en esta competición por el galardón de mejor gobernante.

A la Covid-19, al igual que al cambio climático u otras consecuencias del actual modelo de desarrollo, difícilmente se le puede hacer frente alimentándolo con más capitalismo. Es más, que la estrategia principal requiera fabricar un mayor número de cosas -más guantes, más mascarillas, más geles, más plásticos?-, distribuirlas y comprarlas, implica empeorar las condiciones ecológicas y sociales que están actuando como caldo de cultivo de las pandemias por zoonosis en el siglo XXI -SARS (2002), Gripe Aviar H5N1 (2005), Gripe Porcina H1N1 (2009), Ébola (brote de 2014)-.

Las herramientas eficaces para abordar la actual crisis sociosanitaria siguen siendo las mismas que en febrero, cuando el coronavirus apenas nos sonaba a cuento chino -de terror-. Las mismas que reivindicaban por aquel entonces agentes sociales como el movimiento Juventud por el Clima, la Academia y un importante número de organismos e instituciones internacionales. Esta crisis no se soluciona comprando (cosas), sino transformando (el modelo).

Especialista en Estudios sobre Desarrollo