Hay día luminosos y días cenizos. De estos últimos mejor no hablar, aunque para remediar el amargor que siempre nos dejan hoy quiero compartir la gozada de un día que consideraré esplendoroso: escribo del pasado sábado 10 de octubre. Tres acontecimientos en esa fecha iluminaron la jornada, y yo me sentí feliz con todos ellos. Uno: colaboré lo mejor que sé, que es dibujándole viñetas y cosas jocosas, en la celebración del 66 cumpleaños de un apreciado colega, y alegrándome con su bien llevar todas las extensivas felicitaciones y chanzas que ese día le llovieron. Dos: sin asistir a la iglesia, pero teniendo muy presentes a los contrayentes, tuvo lugar una boda intensamente deseada, y ya he recibido la agradecida contestación —desde sabe Dios por dónde andarán de luna de miel el nuevo matrimonio— a la enhorabuena que les transmití. Y tres: el florón de la jornada lo constituyó la beatificación de Carlo Acutis, un chaval italiano de apenas 15 años, estudiante de liceo, experto en informática, con un aspecto formidable, guapete le dirán las mozas, fallecido el 2006, que recorre ya el camino hacia los altares siendo un ejemplo para tantos adolescentes y jóvenes que transitan ahora viviendo su cristianismo en medio del mundo. Un gran día.