Del Corredor Atlántico, y del ansiado empalme ferroviario con los puertos y plazas del noroeste peninsular (de Asturias, Galicia y parte de Castilla y León) para conseguir una rápida salida de mercancías con destino europeo, ya he escrito aquí en repetidas ocasiones; cada vez que vi una oportunidad ahí quedó mi granito de arena, mi favorable opinión, más a nivel de sincera aspiración que de constatación de una realidad, sin agobiarme por lo efímero de las promesas y planes que, como ahora, en pleno otoño, son llevados como hojas caídas por el viento. Y vuelvo una vez más, algo cansino ya, cuando un día leo "el gobierno triplicará la inversión en el Corredor Mediterráneo frente al letargo del Atlántico" (19 de octubre), cosa que se ve muy posible por la salida estratégica de esa línea ferroviaria hacia Europa y el bien traído adjetivo de letargo para la nuestra, información que contrasta con proclamas como esta que tengo delante de mí que dice "el Corredor Atlántico tendrá la misma inversión que el Mediterráneo" (27 de octubre). ¿En qué quedamos? Diré algo temerario: solo me creeré la certeza de las inversiones en el Corredor Atlántico y sus enlaces, cuando perciba las protestas de los que apoyan el Corredor Mediterráneo. Así de reservado y tajante.