El pasado jueves 12 publiqué aquí que "solo me creeré la certeza de las inversiones en el Corredor Atlántico cuando perciba las protestas de los que apoyan el Corredor Mediterráneo". Era una afirmación tajante, con cierta retranca, basada en las sucesivas peroratas plenas de ambigüedades de los líderes pro Atlántico y los políticos de turno, pero afirmación que tristemente, con toda su crudeza para los intereses del Noroeste peninsular, se confirmó al día siguiente cuando el ministro del ramo aseguró, ante empresarios y prohombres del Levante español, su apoyo ministerial y financiero para concluir en 2025 el tren de mercancías por vía rápida hacia Europa porque, y es revelador del pensar y talante del señor Ábalos, valenciano por cierto, lo que añadió con un deje un tanto despreciativo -que bien podría haberse ahorrado pues ese tono me pareció apreciar-, que frente al Corredor Atlántico, en el Mediterráneo "no hay que inventar". En otras palabras, que el Corredor Mediterráneo sí es una realidad mientras que el Corredor ferroviario Atlántico que a nosotros podría beneficiar es una pura entelequia, mucha cháchara de vagos deseos y grandes palabras de nuestros políticos y empresarios, pero algo que es simple invención. Esa valoración entre los dos Corredores ferroviarios de vía rápida hacia Europa es hoy por hoy, en la mente ministerial y gubernativa, la cruda realidad.