A Hortensio no le fue fácil dar con él. Al igual que con los años anteriores, había quedado con él a finales de diciembre, un poco antes de fin de año, en la torre del reloj de la Puerta del Sol en Madrid. Si tuviera que decir con qué ánimo llegaban tiempo atrás los años venideros, Hortensio El Relojero podía asegurar que la gran mayoría venían esperanzados. Es verdad que unos años eran más chulos y prepotentes que otros, y que los había, aunque eran pocos, hasta demasiado tímidos. A éstos se les notaba porque llegaban encogidos y cortos de ánimo.

También los había habido que habían empezado bien, pero habían acabado pidiendo perdón. De estos últimos, recordaba el año 2007, el cual, mientras la gente tomaba las uvas, se pavoneaba presumiendo de lo bien que parecían venir las cosas ese año. Y, sin embargo, pasados unos seis meses se desató la pavorosa crisis de las sub-prime en los Estados Unidos, que se extendió poco después a todos los países industrializados, llegando, incluso, a provocar la intervención de algunos países por parte de las autoridades monetarias.

Pero con el 2021 estaba yendo mal desde el principio. Hortensio el Relojero lo estuvo esperando más de una hora. Y no es que llegara tarde. Lo había hecho bastante antes que él, pero se había escondido. No se atrevía a salir. Al final, cuando vio que Hortensio se levantaba para irse salió de su escondite porque no le quedaba más remedio, ya que era de todo punto inevitable que compareciera ante todos al caer la duodécima campanada del día 31 de diciembre del 2020.

Cuando Hortensio lo vio por primera vez notó de inmediato su cara de susto. Hubo un momento en el que incluso llegó a pensar que se encontraba mal. Tenía la forma de reloj, los ojos (formados por los números 9 y 3) estaban muy abiertos y la inscripción que estaba encima del número 6, en lugar de estar arqueada hacia arriba, lo estaba hacia abajo, lo que le daba al reloj del año 2021 un rostro de indiscutible tristeza.

Le explicó al Relojero a qué se debía lo que él interpretaba como un estado de miedo, rozando con el de pánico. Le preocupaba —le dijo— que después de todo lo que la gente había despotricado contra el 2020 tuviera depositadas en él fundadas esperanzas en que sería un año mejor. No se le iba de la cabeza que en el 2020 había habido varias decenas de miles de muertos. Y eso, por fuerza, tenía que aumentar las esperanzas en el año 2021. Y le daba pavor.

2021 estaba convencido de que a la larga lo sería. Pero también de que sus primeros meses serían una especie de prolongación agónica de los estertores del 2020. Y, por eso, tenía miedo, más aún: horror a hacer acto de presencia. Hortensio trató de serenarlo. Le dijo que, al contar ya con varias vacunas y con la experiencia de haber tratado otros brotes de la pandemia, las cosas no serían tan nefastas como en los primeros momentos del año anterior. Pero 2021 no acababa de convencerse.

Pareció querer decirle algo a Hortensio. Pero no se arrancaba a hablar. Con gran habilidad, El Relojero le fue tirando de la lengua y, tras algún titubeo, 2021 le hizo saber por qué estaba tan asustado. No era solo la crisis sanitaria. Él temía seriamente que durante sus 365 días estallaran crisis sociales, económicas y hasta puede que políticas. Y es que superados los problemas sanitarios estaba convencido de que surgirían otros en las indicadas esferas económica y sanitaria, que podrían ensombrecer el lúcido panorama que se abriría una vez controlada la pandemia.

Hortensio le preguntó qué grado de certeza tenía sobre el hecho de que esos riesgos sociales y económicos llegaran a convertirse en verdaderos siniestros. Y 2021 le respondió que venía del futuro para hacerse momentáneamente presente y convertirse de inmediato en pasado, y que, por eso, no estaba muy bien informado. Añadió que durante su breve estancia en el porvenir había podido ver muy poco de lo que nos esperaba. Pero podía confirmar que había negros nubarrones. Razón por la cual estaba muy acobardado y no se atrevía a salir al acabar el 2020.

Hortensio le respondió que a decir verdad no lo tenía todo tan mal. La gente espera —añadió Hortensio— que seas mejor que el año que está a punto de acabarse, para lo cual no hace falta mucho. Pero actualmente están aún en estado de desesperanza: un estado sombrío en el que todavía parpadea débilmente luz de la esperanza. Y todo parece indicar que no llegarían nunca a sumirse en la desesperación, que consiste en una profunda oscuridad marcada por la pérdida total de la esperanza.

Yo creo —fue diciendo parsimoniosamente Hortensio El Relojero— que las cosas van a ir a mejor poco a poco. Al principio, la gente está todavía como si estuviera noqueada por el rígido estado de alarma adoptado para acabar con la COVID-19 y todas sus ramificaciones. Y cuando vaya recobrando la salud y con ella el optimismo de volver a la normalidad anterior, es cuando habrás de aprovechar con todas tus fuerzas los buenos augurios que traes contigo. De tal suerte que cuando volvamos a vernos, a punto de despedirte en diciembre de 2021, estoy seguro de que ya no tendrás esta cara de susto y de que habrás recobrado el rostro de los buenos años. Las palabras de Hortensio consiguieron que 2021 perdiera de su semblante algo de su cara de susto. El transcurso de los días siguientes acabaría dictando sentencia sobre el año que estaba a punto de empezar.