¡Feliz 2021! Les saludo hoy con este texto que, ¿saben?, guardaré en una nueva carpeta en el ordenador. En el título de la misma escribiré Artículos 2021, repitiendo el ritual de cada año por estas fechas. Bueno, aunque nada haya pasado a nivel cosmológico y aunque todo, en realidad, sea el fruto de una mera convención, un año se ha ido y otro ha llegado. Como les digo es algo relativo, pero a nosotros los humanos siempre nos produce un cierto sentimiento. Un poco de vértigo, otro poco de felicidad,... Y este año, por lo que se ve, se oye y se lee, este es de una cierta liberación...

Pero no se engañen. 2021 nace como un continuo respecto de la anualidad anterior. Los mismos problemas y los mismos retos, sin que haya algo mágico que produzca un beatífico efecto de borrón y cuenta nueva. Hemos de ser conscientes de ello, por obvio que parezca, y no encomendarnos a los bríos de la recién estrenada etapa sin reforzar todo tipo de precaución. Cuídense mucho, por favor, porque hasta que los efectos de la vacunación se generalicen esa prudencia es la única herramienta exitosa que tenemos en la lucha contra el SARS-CoV-2.

¿Han hecho ustedes algo especial por 2021? Yo sí, y les cuento. Y así enlazo con algo sobre lo que quería hablarles hace tiempo en relación con la prevención del contagio del coronavirus al hacer deporte, y que me parece importante ventilar en público. Porque yo creo que, honestamente, en esto nos estamos equivocando como sociedad... Ya verán...

Miren, para mí la magia está en las pequeñas cosas. Y, por eso, me gusta empezar el año de una forma sencilla, que se me antoja maravillosa. Siempre igual... Muchos años me he bañado en el mar, como tantos otros días del invierno. Este no, porque las playas oceánicas a las que acudo están vetadas para mí desde hace tiempo por efecto del confinamiento perimetral de los concellos en los que están ubicadas. Pero he podido correr por el bosque húmedo, al lado del río. Llovía con intensidad, y eso me llena de fuerza y brillo, de vapor y ganas de seguir corriendo. Si no lo han probado, les aseguro que es una de las experiencias más mágicas que he conocido. Un aluvión de serotonina y adrenalina como pocos, de forma absolutamente natural. Si a eso sumamos un concierto de Año Nuevo que siempre me motiva e ilumina, y que suelo volver a escuchar muchos días del año, una comida sencilla pero exquisita y preparada con amor por quien te quiere y mucha paz, ¿qué más puedo pedir? Yo, sinceramente, nada. Sí, claro, poder celebrar estos días con mi familia, pero eso no era aconsejable este año. O poder traer de vuelta a tantos que se nos han ido yendo, y que siguen muy presentes cada día en el corazón...

O sea que ese fue el plan. Y aquí voy al tema de salud porque, ¿saben?, yo corro con mascarilla y, por más señas, con una FFP2, bastante efectiva y que implica un mayor efecto de tamiz sobre el aire que entra en mis pulmones. Y, la verdad, me molesta bastante cruzarme con otros corredores o con ciclistas “a escape libre”, sin ningún tipo de protección. Bien está que entrenen sin ella, si van solos, pero no cuando se cruzan con los demás. Porque, a poca Física que se conozca, es evidente que por la inercia ligada a la velocidad y por la mayor cantidad de flujo expelido en la práctica deportiva intensa, esa es una situación de riesgo. Sí, ya sé que en el exterior es más difícil contagiarse, pero... ¿por qué ponernos a explorar los límites? Y, ¿qué pasaría si todos hiciésemos lo mismo? Porque, si tú vas sin mascarilla, ¿por qué no voy a ir yo? La calle no es mía, amigo. Pero tuya tampoco.

Ciertamente, me parece bastante irresponsable cruzarse con otros haciendo deporte sin protegerse y proteger a los demás. Soy consciente que a esto no ha ayudado nada el galimatías que, sobre tal tema, se ha lanzado a la opinión pública en forma tanto de norma como de recomendación por parte de las instancias oficiales pero, ¡por favor!, ¿hace falta que nos tutelen y nos organicen todo? Yo, me digan lo que me digan, nunca correré sin mascarilla, y menos si me voy a cruzar con alguien a quien pueda poner en peligro, o ponerme en peligro yo.

Pues ya ven... Hoy, en el momento más idílico de la jornada, justo cuando nos hacíamos una fotografía al lado del río —que pueden ver en mi cuenta en los portales Facebook o Instagram—, pasaron varios ciclistas sin mascarilla y bien cerca. Uno, además, vociferando y jaleando a sus compañeros. No toca, amigos y amigas. Es tiempo de pandemia. Es tiempo de protegerse y proteger. Es tiempo de dar un lapso razonable a la ciencia para que termine de cerrar el círculo en contra del patógeno. Es tiempo de ser cautos, prudentes, cuidadosos, pulcros y, sobre todo, respetuosos con los demás.

Feliz 2021, desde la concordia, el cuidado y el cariño. Felices días de paz.