Días de polémica, queridos amigos y amigas, en relación con la instalación de nuevos parques eólicos en zonas especialmente sensibles de nuestra comunidad y en los límites de ella con las limítrofes. Ya saben, esas gigantescas instalaciones de producción de electricidad a partir de la acción del viento sobre los aerogeneradores, que hoy trufan nuestro paisaje. Gigantescos aparatos que, al girar sus enormes palas debido al movimiento del aire, producen corriente eléctrica ligada a la variación del flujo electromagnético, tal como describe la Ley de Faraday-Lenz.

Recuerdo mi primer contacto con un aerogenerador. Era el AWEC-60, en los albores de lo que hoy es el gran parque eólico de Cabo Vilano. Por aquel entonces la extinta Fenosa llevaba a cabo distintas experiencias en el campo de las energías alternativas, y tuve la suerte de conocer —profesional y personalmente— a personas capaces, ligadas a la lógica de aquel ilusionante experimento, y vinculadas a empresas que colaboraban en ello con la eléctrica. Nada que ver con los estilizados, potentes y enormes artefactos de ahora pero, sin duda, un interesantísimo precedente, de la mano de pioneros. Ha llovido bastante desde entonces...

El caso es que todos utilizamos la electricidad y, según parece, esta es una tendencia que irá en aumento. Los gurús de la cosa energética han decidido que no se quemarán más hidrocarburos para la movilidad personal y... esto implica una mucha mayor necesidad de electricidad. Lo ideal, por supuesto, es aquella energía que se fabrica “in situ”, en instalaciones domésticas o en entornos fabriles, aprovechando también el calor (o frío) generado en el proceso. Pero esto, viendo la necesidad de diversificación, las inversiones precisas y un tanto escaso retorno aún a día de hoy, va muy lento. Como consecuencia, no cabe duda, harán falta más máquinas que produzcan electricidad, en un entorno de desconexión y desmantelamiento de las centrales térmicas convencionales, y en un país que atrae a la inversión por el alto precio del kilowatio-hora.

Pues bien, hasta aquí la cosa es meridiana. Pero... ¿saben? pienso que en el equilibrio está la virtud. Y esto, que nos sirve tanto para la cuestión de los parques eólicos no deseados como para mil y un más debates sobre instalación de industrias diversas, es lo que pretendo recalcar en estas líneas. Porque, no cabe duda, los parques eólicos hacen falta. Pero también es crítica la necesidad de espacios reservados, naturaleza protegida y lugares libres de la interacción humana. Sí, en tal equilibrio encontraremos la respuesta. Y el mismo no nace de otra fuente que de una buena planificación. De una ordenación territorial que tenga en cuenta tal protección, pero también las necesidades cambiantes de una sociedad en marcha.

Con todo, seguro que tienen razón los que dicen que no se planten las enormes torres de aerogeneración en pleno Pena Surbia o Pena Trevinca, en un santuario donde los haya desde el punto de vista natural, de lo poquito que nos queda. O en O Caurel, o en lugares de reserva similares. Pero también habrá que buscar localizaciones alternativas, definiendo previamente a cualquier otro debate cuáles son las parcelas, los polígonos y las zonas donde se tolerarán o donde no los diferentes tipos de actividad industrial y humana. Con las cosas claras de antemano, todo sería mucho más fácil. Lo de los aerogeneradores, por supuesto, y también otras polémicas previas, como la de aquella conocida empresa que quería instalar en A Costa da Morte la mayor piscifactoría de la península Ibérica, y que se marchó enfadada a Portugal al no permitírsele, por tratarse de un paisaje y un entorno verdaderamente únicos. Habrá zonas donde sea no solo posible, sino adecuado y hasta especialmente bienvenido un desembarco de tal tipo y, complementariamente, otras donde casi se pueda percibir el sonido del aleteo de una mariposa, sin ningún tipo de interferencia de la acción humana. En eso consiste la sostenibilidad y el progreso, no en negar lo uno o lo otro.

Les cuento esto en el día en que he compartido con alumnos de Bachillerato una experiencia sencilla de generación de electricidad a partir de energía química, sencilla pero que les suele gustar muchísimo. Es la Pila Daniell, un buen ejemplo de reacción RedOx —oxidación y reducción—, que ejemplifica bien qué ocurre en realidad en muchos otros dispositivos electroquímicos que usamos a diario.

¡Ven! ¡Lo he conseguido! Otro día más sin que salga en la columna la palabra COVID, recuperando las viejas tradiciones a pesar de mi interés y mi empeño en insistir en algunas cuestiones relacionadas con tan preocupante tema... ¡Uppppssss! Ya lo he estropeado...