¡Hola! Más caracteres, palabras, oraciones y párrafos para componer una nueva propuesta, que les hago llegar fresquita en esta nueva edición del periódico. Espero que sigan bien, y que después de este año largo bien diferente, podamos seguir insistiendo en aquello de que, por ahora, hemos conseguido ir capeando las dificultades. Si es así, me alegro de verdad. Miremos con optimismo el futuro, pero también sin perder todas las cautelas que, creo, hay que seguir teniendo en cuenta hoy, y que todavía estarán ahí por mucho tiempo. El precio que podemos pagar, si no es así, puede ser verdaderamente alto.

Pero mientras, como hemos dicho muchas veces ya, la realidad ha seguido su curso. Han ido dándose diferentes situaciones, acontecimientos y realidades que, de alguna manera, conformarán la cronología de estos tiempos. Muchas de ellas han quedado eclipsadas por ese plato fuerte que sigue siendo, informativa y socialmente hablando, la evolución de la pandemia y el impacto de la misma sobre nuestro grupo humano y nuestras vidas. Pero todo lo que ocurre colateralmente, no cabe duda, es parte también del camino conjunto que ahora recorremos.

Lo penúltimo y que ya conocerán, la tormenta política desencadenada en Murcia con coletazos en Madrid y Castilla y León, vía mociones de censura reales o presuntas, promovidas incluso desde dentro de los gobiernos de coalición. Eso y su derivada madrileña, con disolución preventiva de la Cámara y el jaleo legal sobre si fue antes la gallina o el huevo —la disolución o las mociones— que ahora tendrán que dirimir, seguramente, los tribunales de Justicia. Pero hay más, porque lo último a la hora de escribir estas líneas, y todavía mucho más kafkiano, es la marcha atrás de algunos de los promotores de tal golpe de timón, que después de embarcar o acompañar a sus compañeros en tal órdago, aseguran su fidelidad al gobierno murciano y su presidente objeto de tal moción, y promueven así un mero cambio de nombres en las consejerías de un ejecutivo que, por lo que parece, ya no caerá... Desde fuera y al margen de todo ello... ¿no les parece todo un tanto surrealista? ¿O será una nueva edición, ampliada y corregida, del “quítate tú para ponerme yo”?

Evidentemente, hay una víctima clara de todo este desaguisado en el que los partidos políticos de este país —ay, los partidos, con demasiados profesionales de la política desde cachorros, sin otra trayectoria en la vida— nos siguen metiendo. Y esa víctima es la credibilidad de nuestra maltrecha democracia. Y es que parece que no llegaban las altísimas dosis de corrupción y malas prácticas que han ido terminando con muchos dirigentes políticos en causas, banquillos y hasta en prisión. No. Aparte de esto, continúa el ejercicio de un transfuguismo que lastima y lacera, y rompe los esquemas a los votantes y las costuras a nuestra praxis democrática.

Porque miren, para mí no es de recibo que un día te elijan por un partido, como parte de un equipo que sustenta un programa electoral y que, otro día, te des de baja o te echen de este, te apuntes a otro o te quedes como independiente y pases a defender lo contrario. Y esto es válido seas parlamentario autonómico, nacional o concejal. ¿Qué cara se les quedará a todos aquellos que te han votado o que, mejor dicho, han votado a un partido del que tú eras instrumento?

No quiere decir esto que no puedas modificar tus ideas, claro, y que un buen día tu coherencia personal te impida aceptar la deriva de tu propio grupo político, o que exista una situación concreta ante la que no estás de acuerdo. Claro, es lógico y hasta habitual. Pero, en ese caso, vete a tu casa. Lo que no puede ser es que llegues ahí representando a una parte de la sociedad, cambies la chaqueta, y pases a representar a otra. Eso no es de recibo. En caso de discrepancia te puedes ir, sí, y puedes decidir no traicionar tus propios ideales. Pero, entonces, el que tendrá que entrar será el siguiente de la lista en la que tú ibas, y ya está. ¿Por qué detraer la capacidad de representación de ese segmento de sociedad que, cuando te votaba, en realidad lo estaba haciendo a una opción ideológica y programática?

Tránsfugas ha habido siempre, y nunca esta democracia ha evolucionado de forma efectiva para poner coto a tales desmanes, seguramente por intereses de ese tipo en todos los bandos. Pero, para mí, urge un cambio legislativo para que, si decides irte, te vayas. A tu casa, no al partido contrario ni al de al lado. Y sin que le des la vuelta a la tortilla, porque con eso estás atacando frontalmente a aquellos por cuyo voto estás ahí.

En fin... Sobresaltos y sobresaltos... Y poca tela que cortar, sin que haya más cera que la que arde... Y, al tiempo, desvencijando la salud democrática de una sociedad exhausta.