Hola, amigos y amigas. Nos ponemos casi en la mitad de abril ya, y la vida sigue. Pasó la Semana Santa, y las revueltas aguas de la política contrastan con la relativa tranquilidad en otros ámbitos. Sí, esta primavera —por lo de ahora— no nos está enseñando demasiado los dientes. Y, dentro de todo, la vida sigue sin demasiados sobresaltos.

Todo ello se puede aplicar a la vigente pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2. Y es que, a pesar de la nula empatía y mala praxis de una pequeña parte de la población, seguimos aquí contándolo y sobreviviendo al COVID, por ahora. Si las cosas no se tuercen demasiado, podría ser este un período relativamente tranquilo en Galicia, con mucho menor presión hospitalaria y un riesgo más o menos asumible.

No es que la cosa esté superada, ni mucho menos, pero algunos indicios hay que nos llevan a la esperanza. Fíjense ustedes en la escasa prevalencia de la enfermedad en las residencias de mayores, por ejemplo, al hilo de las campañas masivas de vacunación llevadas a cabo tanto entre los usuarios como en los trabajadores de las mismas. O en lo acontecido en términos de escasa transmisión de la enfermedad en países donde las tasas de vacunación son ya significativas.

Es por todo ello que este es, por encima de todo, un momento crítico. En tal línea se ha pronunciado el Consello Galego de Colexios Médicos. También he escuchado algunas declaraciones al respecto de algún integrante del Consello de la Xunta. Y sí, esa es la clave. A mí me gustaría que ese, y no otro, fuese el mensaje clave dimanado desde el conjunto de los medios de comunicación, y que se hiciese llegar a todas partes. El de que este momento, de forma muy clara, condicionará la evolución de la pandemia a medio y largo plazo.

Un problema físico-matemático modelizado por una ecuación diferencial o por un sistema de ellas tiene diferentes soluciones, en función de las condiciones de contorno y del valor de los parámetros presentes. Este hecho se concreta, en la tesitura en la que nos encontramos, en la necesidad de achicar lo más posible valores como el de la tasa de transmisión básica, que nos muestra —en promedio— a cuántos nuevos contagios nos lleva la aparición de un nuevo caso de la enfermedad. Si en este momento podemos contener con eficacia tales mecanismos de extensión de la pandemia y, al tiempo, hacemos una buena política de control con las personas que traspasen nuestra frontera perimetral, mucho ganaremos en el control de la enfermedad.

Por contra, si nos relajamos en demasía y entendemos que “ancha es Castilla”, haciendo excepciones a la norma de proteger y protegernos, que comprometa nuestra seguridad y la de las otras personas, la situación volverá a extremos insoportables, con altas tasas de contagio y hospitalización. No podemos permitírnoslo. Y es que es en momentos como el presente en los que nos jugamos nuestro futuro individual y colectivo. No cuando la pandemia campa a sus anchas y los contagios son masivos, donde es difícil ya la pretendida contención. Ahora es cuando tenemos en nuestras manos que la dinámica de la solución del problema sea una u otra, con un comportamiento regresivo o progresivo de la amenaza.

Es por eso que hay que extremar todas las precauciones, entendiendo que no podemos tirar todo por la borda por precipitación o inconsciencia. Porque ahí están todos nuestros desvelos y preocupaciones de más de un año. Todos nuestros gestos de contención. Todo lo que nos hemos perdido en estos meses. Es ahora cuando todo ello adquiere más importancia, puesto en el platillo de la balanza a la hora de sopesar nuestras acciones. Apostemos por seguir incidiendo en la contención, fomentando el aire libre frente a los entornos cerrados, y dotando a nuestra Administración Pública de los necesarios elementos de control para seguir en una tónica descendente en el impacto del virus. Para ello es igualmente importante que, si finalmente decae el estado de alarma, existan instrumentos potentes para garantizar que el ejercicio de la libertad individual no tire por tierra el extraordinario esfuerzo colectivo desplegado hasta hoy para librarnos, algún día, de la amenaza generalizada que supone hoy el COVID.

No lo tiremos todo por la borda, no. Seamos prudentes. Cuidémonos, cuidemos a los demás y dejemos que nos cuiden.