Más historias, amigos y amigas, para compartir. Eso significa más días y más semanas, y mucho más camino en nuestro vital devenir. ¿Qué tal están? ¿Qué tal andan? ¿Cómo se escriben estas páginas de su personal historia?

El caso es que, en la vida, distintas etapas se concatenan, cada una con su contexto y sus radicales diferencias. Desde que nacemos hasta nuestro íntimo y particular final, cambiamos. Y, al mismo tiempo, permanecemos en tanto que cada momento es producto de lo vivido anteriormente. Dos visiones distintas y, a la vez, compatibles, que nos modelan y determinan cada uno de nuestros presentes. Sí, la vida fluye. Y, quizá, por eso es vida… Una experiencia única e irrepetible, trufada de hitos de todo tipo, en la que nosotros mismos somos el hilo conductor en un camino cambiante.

A partir de ahí, todo está abierto. Nada está escrito. Surge del propio camino, con muchos condicionantes, pero en libertad y con la responsabilidad de crecer a partir de ella. Y es que para mí es fundamental aquello que la escritora Xela Arias, a quien se dedica este Día das Letras Galegas, reivindica en su obra cuando dice “Independénciome para que eu saiba onde quero estar atada”. La libertad de cada uno es parte de su esencia al fluir, al cambiar, al ser leve y distinto dentro del marco de un contexto también sujeto a cambios.

Hoy reflexiono sobre todo ello, después de haber escuchado un par de tertulias estos días, y ver el bajo e insultante nivel de muchos de los comentarios que se vierten en este país sobre el cambio personal e íntimo, en particular, de uno de nuestros congéneres. Porque, miren, aunque a mí no me gustó nunca nada el caudillismo de Pablo Iglesias, el insulto excluyente a un enemigo llamado “la casta” en una versión posmoderna del “quítate tú para ponerme yo”, o el adanismo —reconocido ahora por Íñigo Errejón— de todos los que comenzaron un proyecto que pretendía un cambio en las formas y que vino a ser mucho más de lo mismo, nadie tiene derecho a inmiscuirse en el fluir de cualquiera. En el de nadie. Y tampoco en el de un ser humano que hizo lo que consideró oportuno, que representó una luz en términos de inteligencia y capacidad en un panorama parco en tales atributos y que tiene derecho a cortarse como quiera su pelo, entre otras muchas cosas. O a quedarse calvo. O a cambiar de vida. O a pedir la intimidad que considere conveniente y exigírnosla a todos los que no hemos compartido con él mesa y mantel en familia. Incluso, sí, aunque sea un personaje tan público y tan expuesto como al que me refiero.

Y, ¿saben por qué? Porque es su pelo, por encima del costumbrismo y de la caricatura como forma de entender al otro. Su pelo y su vida. Y aunque nos parezca que el que no tiene reparos en postularse para la vida pública ya ha de estar preparado para cualquier tipo de bombardeo, esto no es así. Quizá el problema, como he contado muchas veces, es que en España a las personas de la política se les trata como a estrellas del rock, siempre bajo los focos y revestidas de oropel. Y no. Y aunque, con frecuencia, sean ellos mismos los que se meten en semejantes camisas de once varas, siguen teniendo derecho —como todos y todas— a su intimidad. A cortarse o no la coleta. A elegir con qué pelos se quedan sin dar explicaciones. A ser ellos mismos. O a caminar por la calle sin que les graben con el teléfono personal o sin ser contemplados sin miramientos por personas que se dan la vuelta para observarles, derrochando idiocia. Es su vida. Sí, su vida. Su camino y su devenir. Y punto.

¿Para cuándo un debate realmente enriquecedor sobre lo que nos importa a todos, en el que se puedan exponer, confrontar y consensuar posturas a partir de diferentes postulados ideológicos? ¿Para cuándo la imprescindible orientación a resultados para no vivir instalados en un permanente “Día de la marmota”, en el que el instrumento se convierte en fin en sí mismo, sin que importen las nefastas consecuencias del dejar pudrirse las cosas, sin hacer nada? ¿Para cuándo el pelo de uno o las características físicas de otro no será el foco distorsionado sobre el que polarizar las miserias que nos destruyen? Esa es la cuestión, amigos y amigas. Quizá es que soy un tipo muy serio, no sé, pero es que, a estas alturas, ya no entiendo nada...