Aquí La Tierra, emitiendo para el espacio exterior. Según el calendario gregoriano, actualmente utilizado, vivimos en 2021. No deja de ser una convención, pero nos va bien para entendernos. Hemos dividido el año en doce períodos, dotando de una estacionalidad cíclica a cada uno de esos períodos basados en la también periódica rotación del planeta alrededor del Sol. Ahora es mayo. Antes vinieron enero, febrero, marzo y abril. Después, cuando antes de que nos demos cuenta este mes termine, llegarán junio, julio y agosto, septiembre y un último trimestre con octubre, noviembre y diciembre. Así siempre. Girando...

Aquí La Tierra, pues, donde vivimos 7.800 millones de seres humanos, entre otras muchas criaturas. Todos nosotros a bordo de lo que podría ser una especie de esfera, en un sistema medio en torno a una estrella concreta, el Sol, que no deja de ser uno más entre muchos otros en la Vía Láctea, galaxia barrada en la que todos estamos inmersos. En la misma hay un número inconcreto de estrellas, acotado entre 200.000 y 400.000 millones. Y, ya ven, todo lo que somos y lo que podemos aspirar a conocer en mucho tiempo se encuentra circunscrito a una. ¿Se dan cuenta de lo nimios que somos en medio de la inmensidad?

Pero la cosa no acaba aquí. Esa galaxia, la Vía Láctea, es solamente una más. Forma parte del Grupo Local, unas cuarenta galaxias, de la que es la más brillante y se dice que quizá la más masiva. Pero tal grupo no es más que una pequeña parte del todo. ¿Creían que habíamos terminado? Pues no. Se estima, y solo se trata de una estimación, que podría haber unos dos billones de galaxias. De “billones” en castellano, no de ese false friend que hace confundir en tantas crónicas los billones (millones de millones) con los miles de millones, tres órdenes de magnitud menos. Sí, y en esa ingente masa la Vía Láctea es una entre tantas… Ya ven. ¿Se dan cuenta ahora cuál es la dimensión global de todo aquello que nos rodea, incluidos tantos motivos de disputa, de guerreo, de estúpidos orgullos y de convenciones poco o nada fundamentadas? Se lo confieso, a mí me gusta despertarme cada día con esta imagen, con esta visión cosmológica tan insuperable, con la idea de que soy parte de una fracción de un mero átomo de una minúscula molécula de agua en un océano insondable infinitas veces mayor que cualquier imagen que se nos pueda ocurrir a cualquiera de nosotros… ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué estamos aquí? ¿De qué va verdaderamente esto?

Y, en medio de tantas preguntas sin respuesta, de vez en cuando alguien nos invita a soñar. No a evadirnos, sino precisamente a profundizar en el abismo de lo que no tiene respuesta. A danzar en la noche, en la más profunda oscuridad, sin vernos y sin sentirnos. O a sentir el evanescente aliento de lo cosmológico. De lo telúrico. De lo profundamente enraizado en una Naturaleza que nos busca porque, en realidad, nunca ha dejado de ser parte de nosotros. O nosotros de ella, más bien, y a la que estamos atados.

Sí, a veces alguien nos retrotrae de lo cotidiano y lo costumbrista, y nos empuja otra vez a esa esfera de lo verdaderamente nuclear de nuestra existencia. Alguien que nos viene a buscar, aunque solo sea para verte o hablar, porque requiere tu presencia para entender mejor su esencia. En sus paalabras, “un sentimiento popular que nace de mecánicas divinas con un arranque místico y sensual, que le encadena a ti, haciéndole querer cambiar el objeto de sus deseos, sin conformarse con las alegrías cotidianas.” Sí, haciendo como un ermitaño que renuncia a sí mismo. Ni más ni menos.

Alguien a quien “se le amontonaron los días que, como olas, nos envuelven, mientras nos inundan las malas noticias en estos tiempos de fuertes tentaciones”, y que nos exhortaba a seguir siempre a nuestra conciencia y sus normas. Alguien como quien buscó aquel centro de gravedad permanente, místico, profundo y misterioso —¿quizá una metáfora de un equilibrio que tanta falta hace en nuestra sociedad?— que no varíe lo que ahora pienso o pensamos de las cosas, de la gente,... “over and over again...”.

In memoriam, Franco Battiato. Cantor, poeta, místico y… músico. Y poeta. Y poeta. Y poeta...