Pues aquí estamos, queridos y queridas. Volvemos a coincidir en este momento y en este lugar, con interés común en algunos de los temas que respectivamente nos ocupan, y con ganas de compartir sobre ello. Pues ahí vamos, porque la actualidad es prolífica en cuanto a cuestiones y menesteres que llaman nuestra atención, y que se suceden en diferentes puntos de nuestra geografía, o mucho más allá de sus fronteras... Iremos sobre ello, poco a poco.

Pero si hay un tema que sigue siendo global es el relacionado con la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 y su enfermedad asociada, denominada COVID-19. Y, más en particular, con el enorme esfuerzo internacional relacionado con la vacunación frente a este patógeno. Y, bueno, lo más singular es, sin duda, que el mismo está dando ya importantes resultados. Lo vemos en el plano internacional, donde las sociedades más vacunadas están teniendo cifras de contagios verdaderamente contenidas, y también en casa. Y es que, por ejemplo, aquellos que fueron los más vulnerables ante la enfermedad, prácticamente vacunados todos, han visto como la situación daba un vuelco a mucho mejor. Y es que hoy nuestros mayores están, en general, en una mejor posición en tal sentido que hace escasos meses.

Uno de los temas estrella en el debate de hoy tiene que ver con las personas que fuimos vacunadas con una primera dosis del preparado de la Universidad de Oxford y AstraZeneca, y que somos menores de sesenta años. Ya saben que, en una de las innumerables vueltas de tuerca de la estrategia de vacunación, tal inóculo no se está utilizando hoy en tal franja de edad. Todos los que nos encontramos en tal situación, entiendo, somos parte de colectivos profesionales en su día priorizados, y vacunados así. En mi caso, hoy hace ochenta y siete días desde aquel primer pinchazo en uno de los hospitales de referencia del Servicio Galego de Saúde. Y el debate está en la calle... Ahora, ¿qué pasará?

Pues el punto de partida ya lo conocen. Desde los servicios centrales del Ministerio se habla de sustituir la vacuna de AstraZeneca por un segundo pinchazo con Pfizer, después de que tal estrategia fuese avalada por el estudio Combivacs, de la mano del prestigioso Instituto de Salud Carlos III. A esto saben ustedes que han reaccionado en contra, en general, las diferentes sociedades científicas involucradas, una enorme parte del sector clínico y varios de los Servicios Autonómicos de Salud. Para más complicación, parece que se esté abriendo la puerta a que sea el propio usuario —¡Mamma mía!— quien decida qué se pone. ¿Surrealista? Sí, por supuesto, porque se supone que tal elección debería estar refrendada por un criterio científico, y nunca por lo que diga el tertuliano u opinador al que sigues o, por ejemplo, por lo que opine tu círculo más íntimo o por de dónde venga el viento... ¿Cómo van a descargar tal decisión sobre nosotros?

Pero miren, en mi caso lo tengo muy claro. Pero no porque sea vacunólogo, epidemiólogo o inmunólogo, no. Pero, siendo físico, ámbito en el que se trata de la modelización de los procesos de la Naturaleza y mucho más allá de ella, así como del apasionante, intrincado y complejo mundo de la medida en general, hay algo que es meridiano. Y, ¿qué es? Pues que un estudio como el Combivacs, desarrollado por el Instituto Carlos III, que busca dar la bendición o no a la combinación de diferentes preparados que inmunizan frente a la COVID-19 utilizando una exigua muestra de 400 individuos, cuando nos enfrentamos a fenómenos que están apareciendo en una o dos de cada cien mil o más inoculaciones es, literalmente, de risa. O para llorar, como ustedes prefieran. Y, repito, eso no es Medicina. Es Método Científico y abordaje físico-matemático de tal cuestión. La muestra no sirve, por exageradamente escasa. Porque les aseguro que, siendo los fenómenos trombóticos raros asociados a trombocitopenia algo que sucede en realmente muy pocos casos, no iban a referirse cuando solamente se analizan cuatrocientos.

Dicho de otra forma, que uno podría hacer cuatrocientas inoculaciones combinadas y no pasar nada, con una hipotética prevalencia de incidencias en tal caso de, pongamos, uno de cada quinientas. Así las cosas, el impacto de combinar ambas vacunas —en este caso AstraZeneca y Pfizer— sería muchísimo mayor que el de seguir la pauta original completa con la proscrita AstraZeneca. ¿Me explico? Resumiendo, tal Combivacs habrá sido desarrollado por personas muy competentes en la cuestión médica, no lo dudo... Pero estadísticamente, como forma de inferir la posible reacción adversa de la combinación de tales preparados, hace agua.

En esa línea se han pronunciado la totalidad de las sociedades científicas involucradas en el tema. No quiere decir esto que optar por AstraZeneca más Pfizer sea malo. No. Simplemente, que no está probado que tal cóctel sea más seguro que la pauta completa con AstraZeneca, cuyos efectos adversos después de millones de inoculaciones son en términos estadísticos, como diría el otro, raros, raros, raros,... Es por ello que yo, si puedo, optaré por el pack completo con AstraZeneca. Así me lo dicta el conocimiento científico propio, del que les he hecho sucinta referencia, el dictamen técnico de las sociedades científicas específicas implicadas y el de una aplastante mayoría de médicos y otros profesionales de la clínica. Y es que los experimentos, o se hacen bien, o no están refrendados por la ciencia.

Y una pregunta, para terminar... Si se nos dice que todas las decisiones están avaladas por criterios científicos, ¿qué pasa con esta? Porque, repito, las sociedades científicas dicen una cosa, sin paliativos, y la decisión es otra. ¿Política? ¿Política comercial? O... ¿hay algo que no sabemos?