Buenos días. ¿Qué tal les va? Ojalá todo esté en orden, y estos días de junio transcurran felices para ustedes. Aunque ya saben, la felicidad es de esas cosas que a veces las personas percibimos al añorarlas, desde la distancia, no siendo siempre conscientes plenamente del momento en que la atesoramos... Por eso siempre es un buen consejo tratar de percibir su brillo en el día a día, concentrándonos en el camino y sin esperar a metas imposibles. Sin más…

Eso no quita que en el devenir de todos y todas haya momentos más bonitos y otros que no lo son tanto. En el ámbito personal, sin duda. Hay días de alegría, de sosiego y de felicidad. Y también hay otros infinitamente tristes o, simplemente, menos especiales. Hay jornadas de uno y otro signo, que se concatenan y se suceden, hilvanadas en el hilo cronológico de cada uno. La clave es que seamos capaces de vivir cada momento sabiendo valorarlo desde la serenidad.

En lo profesional también hay variedad. Existen días donde uno es consciente de que su desempeño es francamente bueno, o excelente. Y hay otros donde quizá hubiésemos hecho mejor en quedarnos en la cama, y no tomar determinadas decisiones o ejecutar distintas acciones. Porque días buenos tenemos todos, y días malos también. Y, dentro de estos últimos, hay jornadas en las que uno no quisiera tener el papel que en ese momento le toca. Hay días difíciles, donde la responsabilidad que uno ostenta —sea la que sea— se te hace demasiado grande, demasiado pesada o, incluso, llegando a volverse insoportable.

Creo que la honestidad personal es el mejor aliado en circunstancias así. Siempre es bueno afrontar los problemas sin circunloquios y tratar de explicar las cosas cara a cara, mirando hacia adelante y sin “reviravoltas”. Y, sobre todo, ser enormemente franco al presentar los retos, las dificultades, los errores o las propias y personales contradicciones a los demás. Porque a veces uno se equivoca, otras no ha actuado o no lo ha hecho con diligencia, o se ha confundido y de su acción o decisión puede haber un revés para terceros. En ocasiones, simplemente, uno está en un lugar donde tiene que hablar de algo incómodo, presentar una novedad que implica dificultades o incluso opinar sobre lo de otros —siempre lo más difícil—, y no puede sustraerse a ello. Reitero que lo mejor, en mi experiencia, es enfrentarse a ello sin mentir, explicando lo que se pueda explicar, y contextualizando mucho las palabras de uno, sus acciones u omisiones, y su postura respeto a la cuestión sobre la que se dirime.

Creo que todo esto no lo hizo anteayer Pablo Casado en Ceuta. Creo que perdió una nueva oportunidad de revelarse como mínimamente creíble, y que la situación se le quedó infinitamente grande. Jaleado por sus incondicionales — que de esos hay siempre, al margen de cualquier lógica y un mínimo pensamiento crítico—, su encastillamiento, su huida de la prensa, su balbuceo y su incapacidad para articular un discurso medianamente certero, le hacen daño a él y a su opción política. Pero, tal como están las cosas en este país, no lo verán. No querrán verlo. Allá ellos.

Otro en su lugar no hubiese eludido esa más que previsible y pertinente pregunta, sobre la imputación de determinados dirigentes o exdirigentes de su partido. Hubiese marcado los límites de la responsabilidad de cada uno, explicado cuál es la cosa juzgada y qué relevancia tiene o no tiene hoy, y mostrado su disposición —no queda otra, pero siempre es cosmético hacerlo así— a colaborar con la Justicia. Hubiera separado el grano de la paja, que siempre hay de uno y de otro en todas las cosechas de trigo. Y su voz hubiese sido un estupendo contrapunto a un silencio, o a un infantil y entrecortado blablabla, que nunca aporta nada, salvo más dudas.

No, no se puede culpar a quien pregunta. Escapar de quien tiene por profesión preguntar, y es su derecho y hasta su deber. No se puede eludir el verbo. No se puede mirar para otro lado. Porque en su sitio hay que estar a las duras y a las maduras. Ahí es donde se ve el liderazgo real, por encima de los apaños para un tiempo y para capear el temporal… Ahí está la honestidad en el desempeño profesional.