Tengan buen miércoles de mediados de julio. ¿Qué les parece el tiempo meteorológico que tenemos? A mí, si la alternativa son temperaturas de treinta o cuarenta grados, les diré que me encanta. Quizá algún día podría haber un poco más de luz, algunos rayos de sol, pero, para mí, esta sensación de fresquito en un julio tórrido y asfixiante no tan lejos, no deja de ser un verdadero lujo. ¿Usted no lo ve así? Bueno, es lo que tiene la diversidad, que no deja de enriquecernos a todos, con disparidad de criterios y preferencias. En cualquier caso, disfruten del verano, en la medida de lo posible. De eso se trata.

Aunque, hablando de disfrute y lo de todos, me parece que en esto sí que hay bastantes nubarrones en el panorama. ¿Y saben por qué? Porque, a partir de la crisis sanitaria por la irrupción en nuestras vidas del SARS-CoV-2, hay quien ha tropezado no dos, ni tres veces en la misma piedra, sino varios cientos. Y así estamos.

Quinta ola, pues. Niveles de contagio explosivos en algunas zonas, tasas de positividad por encima del diez por ciento. Y un nivel de prevalencia de la enfermedad que crece día a día, sin parar. Sí que es cierto que afectando, sobre todo, a personas menos vulnerables, pero sin que podamos asegurar que no vaya a haber más muertes y más sufrimiento, o efectos secundarios recurrentes y de incierto pronóstico a veces. En resumen, más COVID-19 entre nosotros.

Y, ¿por qué? Pues por lo de siempre. Porque basta un vistazo a nuestro alrededor para certificar que son muchísimas las personas para las que todo lo que se hable sobre prevención les entra literalmente por un oído y les sale por el otro. Por malas prácticas, a partir de excusas baratas. Por conexión entre muchas familias, supuestamente burbuja, en cada salida de tiesto de quien se comporta como si nada de esto hubiese pasado. Y así una vez tras otra... hasta la extenuación.

Y, mientras, el virus ganando terreno, transmitiéndose y mutando en nuevas variantes de sí mismo que, quién sabe, algún día quizá puedan darnos aún más disgustos. Porque lo que es evidente es que, cuanto más circule el virus, más probabilidad puede haber de nuevas mutaciones. Por fortuna y, según los que saben, todavía no se nos ha escapado esto de las manos, y las vacunas estarían siendo efectivas frente al patógeno, pero... ¿será siempre así?

Lo importante, por encima de todo, era frenar la transmisión. No contagiarse. Y si el niño no tenía que irse a Mallorca, o no había que celebrar el cumpleaños multitudinario en las mismas condiciones que si nada pasase, o si había que frenar un poquito la vida social, o no había que cruzar el país varias veces para disfrutar de vacaciones, pues ya está. Ya habría tiempo... Pero no. Los de siempre, “a toca-lo zoco”, y los más, a seguir siendo prudentes y autoconteniendo y restringiendo su propia vida. Luego, ante las altísimas cifras de contagios, alguien hablará de un accidente. Y otros, impostando la voz, dirán “Es que nos hemos relajado demasiado”. Se habrá relajado usted, oiga, que aquí seguimos haciendo las cosas por el libro, aunque a nadie le importe, no sirva para nada en este contexto, y la trayectoria de nuestra sociedad, en esto y en todo, siga cuesta abajo, en picado y casi en caída libre.

En fin, amigos y amigas. Quinta ola. Quinta probabilidad de sufrir y de hasta morir por esta historia. Quinto calvario para el hostelero, por ejemplo, que se haya afanado en hacer las cosas bien. Y, ¿saben por qué? Pues porque mucha gente no habrá estado a la altura, habrá practicado el despendole y el despiporre y, en tanto, el SARS-CoV-2 habrá hecho su agosto. Perdón, su julio, que agosto aún lo tiene que disfrutar para seguir creciendo. Como el año pasado, en menos de un mes, aquellos que no han hecho bien las cosas se han cargado el verano.

¡Hala! ¡Que siga la fiesta y el engaño de que aquí no pasa nada, autoconvenciéndonos de que este —como me dicen los mayoristas de viajes y líneas aéreas que me mandan su publicidad— va a ser el verano de nuestras vidas! Bueno, yo me conformaré con el que no sea el de nuestras muertes, que visto como va todo, quién sabe...