Dos recientes sucesos nos conmueven por su trágico contenido. El 4 de julio, fiesta nacional de los EEUU acabó con 150 muertos, a consecuencia de los 400 tiroteos registrados en tal fecha. Aunque los fríos datos engañan a veces pues se sabe que de los 39.773 allí muertos por armas de fuego en 2017, alrededor del 60% de esas muertes fueron suicidios, no muertos en tiroteos; de todas formas 150 masacrados en una alegre jornada en USA es de locos, difícil de comprender que, en un día festivo, unos ciudadanos se dediquen a disparar contra otros, explicable sólo por la ebriedad y la proliferación de las armas de fuego en aquel país. Eso sí que puede, y debe evitarse como sea. Lo que es menos evitable es la catástrofe que muy recientemente, entre el 12 y 15 de julio, han causado las riadas en algunos países centroeuropeos, Alemania, Bélgica y Holanda especialmente, donde las víctimas se cuentan por centenares aún sin precisar pues hay muchos desaparecidos. La causa fueron lluvias torrenciales que provocaron inundaciones por doquier, que por ahora se achacan al cambio climático, y a la desaforada construcción de viviendas en sitios no exentos de riesgos por sucesos como los ahora ocurridos. En ambos casos las causas han de evitarse, unas están en nuestras manos, otras son más problemáticas.