Muy buenos días, señoras y señores. Ahora sí que, ya en agosto, podemos decir que nuestra sociedad fluye al ritmo lento del verano. Y es que es en este mes, sobre todo, donde se concentran las vacaciones en numerosos sectores. No solamente en la Administración Pública, sino también en muchos otros ámbitos. Sí, ahora todo se ralentiza, e incluso podemos hablar de paralización de determinadas actividades. Bueno, está bien así. Ya en septiembre, volverá el ritmo. Los que entiendo que no han paralizado sus esfuerzos, y que ahora mismo intentarán darle duro a sus respectivos asuntos, son los estudiantes de Secundaria y primer curso de Bachillerato que no hayan superado todas sus materias en el mes de junio. Será el último año de esta guisa, ya que la previsión es que, a partir del año que viene, la cosa cambie, y la convocatoria extraordinaria se verifique en junio, igual que la ordinaria, y no en septiembre. Hoy ya se hace así en el segundo curso de Bachillerato, donde la convocatoria ordinaria es en mayo y la extraordinaria en junio, de forma que las ABAU —antigua Selectividad— se llevan a cabo en junio y julio, respectivamente. Por eso, salvo estudiantes responsables que planifiquen bien su tiempo y decidan repasar, ampliar o preparar nuevos conocimientos, es de esperar que el próximo año haya menos estudiantes que este, a estas alturas, dedicando una parte del verano a los libros. Bueno, ya saben, las cosas de las normas y los cambios administrativos...

Les cuento todo esto pensando en el tema que he elegido hoy para compartir con ustedes y que, de alguna manera, ya hemos tocado tangencialmente muchas veces. Se trata del conocimiento y, oigan, de lo devaluado que está en este momento de nuestro devenir como sociedad. ¿No lo creen así? Pues yo sí. Claro que hay muchas personas que estudian, en un momento en el que la oferta educativa es máxima, y existen diferentes instrumentos que facilitan la incorporación tanto a la Universidad como a excelentes ciclos medios y superiores de Formación Profesional. Pero detecto que mucho de tal interés está vinculado, casi siempre, solamente a conseguir un puesto de trabajo. La titulación —y esto ocurre también en el Bachillerato e incluso en la ESO— se ha convertido en un fin en sí mismo, más allá de lo que significa en términos de crecimiento personal. No quiero decir con esto que tener un trabajo no sea importante —lo tengo muy claro, se lo aseguro— pero quiero poner el acento en la reivindicación del conocimiento per se. Del saber. De la capacidad de discernir. Porque la vida es netamente diferente si uno tiene la posibilidad de tener criterio o no. Y es que lo peor de todo esto es que, el que nunca se ha molestado en aprender, no lo va a echar en falta. Ocurre lo mismo con quien no lee libros. Hay quien se jacta de ello, exactamente igual que aquellos que explican orgullosos que han retirado el bidé de su cuarto de baño, por falta de uso —¿es posible una higiene completa sin usar el bidé?—. Quien no lee libros no los echará en falta, y pensará durante toda su existencia que su limitado campo de visión es, exactamente, la realidad. Luego pasa lo que pasa, y cuando estas gentes llegan al top de la política, la gestión o incluso la cultura, cantan…

Somos un ejercicio de suma cero. Puedes tener criterio o, en el caso contrario, no tenerlo. En el primer caso, obrarás libremente y conforme a tu capacidad de discernir. Si no es así, te comportarás como un borrego, al pairo y con riesgo de creer en aquello que primero leas, o en lo que diga el que grita más fuerte. O el que sea más guapo. O aquel o aquella que, por una característica que nada tenga que ver con el conocimiento, de alguna forma te cautive. Y eso va a redundar siempre, sí o sí, en la pérdida de tu libertad. “¿Cómo que de mi libertad?”, me han dicho muchas veces cuando enuncio esto en los prolegómenos de un curso de ciencia. “Yo soy absolutamente libre, porque tengo la facultad de creer o no en lo que otros cuentan”. Pues, lamentablemente, no. Porque para eso hay que tener criterio, amigos y amigas. Y, sin criterio, el desastre está servido.

Si hubiese criterio, nadie diría que la Tierra es plana. No habría negacionistas, en muchos ámbitos y, en particular, en el relativo a la vacunación. Si hubiese criterio, las personas no tomarían medidas frente a la pandemia según el límite estricto de lo que esté prohibido o no —cuestiones meramente administrativas- sino que tenderían a plantear su propio y exigente esquema de contingencia de la situación, de forma responsable, autónoma y solidaria con los demás. Si hubiese criterio, no harían falta tantas señales de tráfico, ni fabulosos dispositivos para evitar las barbaridades al volante. Si hubiese criterio, respetaríamos mucho más el medio ambiente. Y, si hubiese criterio, la actividad que hace ricos a traficantes de drogas o a inductores a la ludopatía a través del juego por internet, por ejemplo, estaría de capa caída.

No, no hay criterio. El conocimiento se está convirtiendo en una caricatura de sí mismo, habida cuenta del adelgazamiento sistemático y paulatino de los currículos, y la aparición de mil y una titulaciones —a veces muy pobres— que poniendo cuatro palabras en inglés, quieren vender lo que no hay detrás. El conocimiento se está escribiendo en una tarjeta de visita, para cumplir el expediente, pero muchas veces sin fuelle detrás. Hoy los chicos y las chicas llegan a las ABAU cargados de ¿sobresalientes? No lo crean así. Hay… de todo. Es… la cultura del envoltorio.

Mientras, la ciencia —la de verdad, la silenciosa y del trabajo diario— sigue ocupando el furgón de cola en nuestros presupuestos. La valoración social de científicas y científicos tiende a cero, o a cero con cinco. Y cualquier influenciador —¿se dice así en castellano?— parece tener más credibilidad, por fresco y por su desparpajo, que lo que digamos aquellos que tenemos ya menos pelo. Es lo que hay. Son los tiempos líquidos, Bauman dixit. Es lo posmoderno. Eso sí, con mucho menos criterio —paradójicamente— en el momento en el que tenemos, con mucho y de forma superlativa, la mayor capacidad de acceso a la información en toda la Historia…