“La escritura de mis diarios es el testimonio de una voluntad comprometida en ese empeño; son una obra en marcha que terminará, sospecho, al tiempo de mi capacidad de observarme y dar cuenta de ello”. Estas palabras nos indican el camino que ha seguido nuestra protagonista… En cierta ocasión le preguntaron: ¿Qué es poesía? Reflexionó unos segundos y durante dos horas comenzó a leer con mucha fuerza a un público que llenaba la sala. Posiblemente a muchos lectores no les guste la poesía, pero sí algunas de las palabras y obras que esta autora ha dejado en sus distintas páginas. En otra ocasión, al finalizar una entrevista y tras hablar de distintos temas hizo exactamente lo mismo, leer con una voz increíble la poesía o poesías de las que hablaba en ese mismo momento.

Nacida en Bruselas en 1951, a los 17 adquirió la nacionalidad española. Vivió durante un año en Benarés. Lugar al que tiempo después, con varios viajes a la India, nunca llegaría a abandonar regresando una y otra y esa vivencia nunca le abandonaría.

Se especializó en filosofía y religiones indias; se doctoró en filosofía pura y ha sido profesora titular de Estética y Teoría de las Artes en el departamento de Filosofía de la Universidad de Málaga. Cultivó la prosa poética en Filosofía de los días críticos. Diarios 1996-1998, 48 ghats, la primera parte es un peregrinaje o vía crucis por la orilla del Ganges. La segunda, Diario de Benarés, describe el itinerario de una conciencia observadora que acaba siendo objeto de su propia observación y como ensayista, El monte Lu en lluvia y niebla.

La escritura rodea ese instante, lo acecha, lo multiplica, lo despliega es un juego de espejos, de imágenes, de miradas. A lo que apunta: “En los conceptos las cosas están congeladas. No las vemos, las reconocemos. Por eso es preciso eliminar las palabras en algún momento, emborronarlas para así poder ver las cosas de nuevo. Por supuesto habremos de volver a nombrarlas: solo limitando una parte de la totalidad puede algo aparecer como algo”. Al observador le interesa conocer el mecanismo de las imágenes, su proceso de decantación, sus fisuras”.

¿A dónde vuelve Chantal Maillard, o dónde volvemos todos los que leemos, todos los que vivimos en una vida llena de obstáculos? Recuerda quizás al lector ese pasado que en ocasiones —por circunstancias— intentamos ocultar. Y que forma parte de ese “otro” viaje que es el interior. Tras una profunda reflexión podemos decir que es el viaje que inunda toda su obra.

Vuelve de nuevo a la India; no olvidada, sino que vuelve al camino interrumpido que todos llevamos dentro. Con una edición de Antonio Rodríguez Esteban India, unos textos que fueron escritos entre 1987 y 2012. Un periodo de veinticinco años. Diarios, ensayo, poemas y palabras mercenarias, una metamorfosis que de nuevo habla con palabras y significados de un tiempo pasado, pero al mismo tiempo se hace presente en la vida de cada uno de nosotros. No hace mucho hemos sido testigos de un encuentro entre dos amigos nuestra poeta y un sabio, el profesor Óscar Pujol Riembau, a través del Instituto Cervantes en Nueva Delhi. Quizás tenemos que recordar sus palabras y ver en las mismas lo que todos hemos sido.

“Tenía nueve años recién cumplidos cuando confeccioné mi primer cuaderno. Para una cirugía de poca importancia, había decidido someterme a una anestesia general. En realidad, perder la conciencia me daba pavor. La cuestión no era morirme, sino dejar de ver. Debía pues por todos los medios, mantenerme despierta. Así que decidí concentrarme y observar. A partir de entonces, la voluntad de observación nunca me abandonaría. Tampoco los cuadernos, que no solo fueron una herramienta eficaz sino una forma de saberme. La escritura vino a ser mi manera de reconocerme, pero también —de esto me daría cuenta más tarde— mi manera de oír lo que me precede”.