Buenos días queridos y queridas. Menudo ajetreo que tendrán ustedes en estos últimos días si en su casa hay vástagos en edad escolar. Es lo que tienen estas fechas, con el comienzo de las clases en todos los niveles educativos. Pero incluso si no es así, y si en la familia hace tiempo que todos dejaron la escuela, el instituto o la universidad, estos son días también donde vuelven a comenzar muchos actividades formativas, regladas o no, que uno acomete muchas veces desde las ganas de conocimiento per se, el deseo de mejora en intereses personales o las actividades que, a su vez, son escenario de socialización. Así, dentro de lo posible por la situación sanitaria compleja que seguimos viviendo, son muchas las actividades que comienzan en escuelas, asociaciones, centros cívicos y muchos otros espacios. ¡Pásenlo bien y disfruten!, que verdaderamente el conocimiento y la ampliación de miras nunca ocupan lugar.

El día de hoy, 15 de septiembre, también es relevante desde el punto de vista democrático. Naciones Unidas celebra este Día Internacional de la Democracia, desde 2008, jornada dedicada al reconocimiento y la loa a la que, no cabe duda, es la mejor forma posible de gobierno. Imperfecta, por supuesto, sujeta a intereses y extremadamente sensible a malas prácticas en ámbitos como el de la comunicación, ya que la propagación de un bulo o lo que hoy se da en llamar “infoxicación” pueden terminar produciendo impactos importantes en materia de gobernanza y estabilidad. Pero, por otra parte, la democracia es el marco sin parangón en la consecución de libertades y derechos civiles, y un motor de desarrollo sostenible sin precedentes.

La democracia es como la salud: se nota especialmente su falta cuando no se disfruta de ella. Y es que es en las situaciones difíciles, donde el poder es usurpado y las disensiones reprimidas, cuando se ve que las cosas son mucho peores sin su concurso. Cuando todo va bien, la democracia parece parte del paisaje, como si su establecimiento no hubiese sido a costa de las vidas de muchas personas que nos precedieron, y que dedicaron su vida a los demás trabajando por formas de vida y de gobierno mucho más inclusivas. En tal contexto, creo que el hecho de mantener muy vigente la idea de que las democracias, y especialmente la nuestra, son relativamente muy jóvenes y de que hay que seguir perfeccionándolas y construyéndolas es el mejor ejercicio para garantizar su salud y pervivencia.

Soy de los que piensan, y si se han pasado por aquí a menudo lo saben, que una democracia plena y bien consolidada ha de estar muy bien asentada en el ejercicio de la responsabilidad individual. Y esto, amigos y amigas, es lo que muchas veces echo de menos en nuestra realidad cotidiana. Los derechos los hemos aprendido todos rápido, aunque en tantas ocasiones estos se escriban en un papel y, en el día a día, queden un tanto desdibujados. Pero… ¿y los deberes? Aquí me parece que nuestra sociedad falla más. Y si esto es así, es porque me parece que ha sido poco trabajado en nuestro entorno el concepto de ciudadanía. En España, por la inercia de cuarenta años de dictadura y por el peso social de determinadas instituciones y estructuras, el Estado es un tanto paternalista. Tutela a la sociedad, y trata de convencer o de educar, pero no tanto de pedirle responsabilidades a la persona desde el ejercicio de su libertad. Para mí esto es un sesgo de las sociedades católicas, en general, frente a las de la Reforma, donde el luteranismo se nota a la hora de entender la posición del individuo en y frente a la sociedad, imprimiendo un carácter diferente a los grupos humanos. Y es que hay países de nuestro entorno, bien distintos, donde se vive la democracia desde el concepto arraigado de ciudadanía y desde una mayor responsabilidad individual que, como les he contado tantas veces, aquí añoro a menudo en tantas cuestiones de la cotidianeidad a las que voy dedicando las columnas.

Nuestra democracia, por otro lado, ha sufrido enormes e insoportables varapalos en las últimas décadas. Ya sé que no teníamos demasiada experiencia, volviendo al tema de la dictadura que nos lastró en materia democrática, pero han sido demasiados los escándalos que han sacudido todo tipo de instituciones del Estado, con protagonistas de variado signo ideológico y terribles consecuencias en materia de impacto en la confianza de la ciudadanía. Y eso duele. Y a la larga, no lo duden, socava nuestros propios cimientos democráticos.

En fin… disfruten del día y del contexto. Porque, si no hubiésemos sido capaces de consolidar una democracia, ¿qué hubiera sido de nosotros? Ah, y feliz retorno a las aulas, porque la educación y el conocimiento son los grandes aliados para mantener viva la democracia que hoy celebramos.