Vuelvo a saludarles, queridos y queridas, en el día en el que oficialmente comienza por estos lares el otoño. Será hoy, sí, a las 21:21 horas, donde el planeta alcance justamente el equinoccio de tal estación, momento en el que los dos polos están exactamente a la misma distancia del Sol. En ese momento habrá terminado el verano y daremos paso al tiempo de las uvas y los higos, los más bonitos colores en el bosque, y de preciosas estampas con una luz verdaderamente especial.

Déjenme que les desee, antes de nada, feliz otoño. Será, pues, a partir de hoy y durará 89 días y 20 horas, concluyendo el 21 de diciembre, momento del solsticio de invierno. Pero bueno, para eso aún faltan casi tres meses. Vayamos poco a poco que, como saben, bastante rápidas se suceden las cosas ya, como para meterles más aceleración...

Y hablando de acontecimientos que irrumpen en la actualidad a nuestro alrededor, ¿han visto cómo están las cosas en la Isla Bonita? Ciertamente, la erupción del volcán Cumbre Vieja ha puesto patas para arriba las cosas en ese bello rincón de las Canarias. Un lugar que he tenido la ocasión de visitar, bien acompañado por amigos de allí, y que sin duda merece el apelativo con que es conocido. Y es que La Palma, de la Caldera de Taburiente al Roque de los Muchachos, pasando por sus playas, los bosques macaronésicos de laurisilva, o los lugares donde el agua es la protagonista, es una isla preciosa.

Uno de los atractivos más potentes de la isla es, precisamente, el de los volcanes, presentes en la parte sur de la Isla. El Teneguía, el Volcán de San Antonio o el Volcán de San Juan son ejemplos de cómo la actividad telúrica modifica el paisaje en una tierra donde ello marca profundamente su carácter, sus costumbres y la vida de sus habitantes. Sí, los volcanes están muy unidos a las Islas Canarias y, en particular, a La Palma. De hecho dos de las tres últimas erupciones en las islas, aparte de la presente, tuvieron lugar allí, en los años 1949 y 1971, precisamente en el Volcán de San Juan y en el Teneguía (Cumbre Vieja). La otra, más reciente y que ustedes recordarán, fue la erupción submarina a mil metros de profundidad frente a La Restinga, en la Isla del Hierro, en el año 2011.

Pero una cosa es el atractivo turístico o el innegable interés científico de estas manifestaciones telúricas, y la majestuosidad innegable de la Naturaleza fluyendo salvaje, y otra la natural prudencia con la que los portavoces y responsables públicos han de tratar estas cuestiones en los medios de comunicación, teniendo en cuenta el impacto socioeconómico y personal, para tantos conciudadanos y conciudadanas, de la destructiva fuerza de estos fenómenos. Y no lo digo solamente por la Ministra Maroto, cuyas desafortunadas declaraciones fueron matizadas después de que pareciese obviar o menoscabar la desgracia que, pese a los esfuerzos para paliarlo del Estado, afecta hoy a muchas familias y puede que aún lo haga a muchas más. Me refiero también a algunos especialistas que estos días han poblado los canales de televisión, por ejemplo, hablando de forma entusiasmada del espectáculo y de la oportunidad que representa la erupción, cuando lo primero es asumir el negativo impacto que, para tantas personas, el mismo supondrá. Un poquito de empatía nunca viene mal, y este fenómeno natural al que asistimos es, ante todo, una catástrofe. Un nuevo golpe que afectará más, como siempre, a los más vulnerables. A aquellos cuya situación socioeconómica sea más débil y que tengan menos capacidad de resiliencia y de revertir el trauma provocado por las consecuencias de la erupción. Y ya digo, a pesar del esfuerzo ya anunciado por el aparato del Estado para paliarlo y de la relativa benignidad de la situación actual, donde no hay que lamentar -en principio, en el momento de escribir estas líneas- daños personales.

Sí, esta nueva erupción volcánica es, también, una oportunidad, desde muchos puntos de vista. Pero siempre supeditándolo a su carácter de emergencia, donde muchas personas están sufriendo. Y es que... ¿cómo se quedaría usted si, de un día para otro, lo pierde todo –lo material y lo sujeto a lo emocional– y ha de volver a empezar? Estoy seguro de que ni la Ministra ni los otros entrevistados que se dejaron llevar por los demás ingredientes de esta ecuación quisieron ningunear o lastimar a los afectados, pero en estas cuestiones delicadas siempre hay que ser especialmente cauto, prudente y cuidadoso. Y, la verdad, no han estado demasiado ágiles en tal sentido.

Bueno, les dejo. Como dijo la reportera de la Televisión Canaria que a todos nos dejó a cuadros en pleno directo... ¡yo voy a mear!