Os Mallos, uno de los barrios más populosos de A Coruña, ha salido a la calle para denunciar “inseguridad”. Dos manifestaciones, la primera a mediados de septiembre y la segunda ayer, evidencian la sensación de temor de residentes en esta zona de la ciudad, y ha abierto un debate, incluso entre los propios vecinos, sobre si esas percepciones tienen base real, si Os Mallos sufre más delitos que otros barrios, algo imposible de validar o desmentir con datos de criminalidad, pues el Ministerio de Interior no desagrega sus estadísticas por distritos. Lo que nadie puede negar es la preocupación vecinal.

La Plataforma Veciñal Os Mallos, convocante de la primera movilización, nació hace cuatro años en demanda de más limpieza e iluminación, y de mejora de calles. La inseguridad irrumpió entre sus prioridades, según sus responsables, a finales del año pasado, con casos de robos, violencia y narcotráfico que vinculan a pisos ocupados. Son estos los que han movilizado a más vecinos del barrio y han terminado por tapar las reclamaciones iniciales, en las que no solo la propia plataforma ve el inicio de la solución a la inseguridad. También lo hacen la mayoría de voces recogidas en el amplio reportaje que LA OPINIÓN dedicó a esta polémica el pasado domingo.

Vecinos y comerciantes de Os Mallos demandan desde hace años soluciones a problemas estructurales y compartidos con otros barrios de A Coruña: envejecimiento de edificios, declive del comercio tradicional, falta de iluminación y limpieza, empobrecimiento y envejecimiento de la población, más espacios y servicios públicos... y también más presencia policial. Contra la inseguridad, no basta aplicar un estado policial porque cuando la policía deja de patrullar, la delincuencia regresa. Para minimizarla, las administraciones públicas deben ofrecer una respuesta integral, con soluciones en vivienda, servicios, espacios comunes, trabajo... asumiendo que los efectos no serán inmediatos, pero que no tardarán en llegar, como ha sucedido hasta ahora.

La delincuencia en Os Mallos, al igual que en el resto de la ciudad, existe. Cada atraco, asalto o agresión supone una terrorífica experiencia para su víctima. Pero en su conjunto, la situación ha mejorado respecto a épocas pasadas, como ha destacado en estas páginas el coordinador del máster de Criminología de la Universidade da Coruña, José Ángel Brandariz: “Decir que la situación es peor que en los años 80, cuando en el barrio había tiroteos, es una falta de respeto para los que lo vivieron”. Y los mimbres de esta evolución los encontramos en esa solución integral que reclamamos ahora para Os Mallos y el resto de barrios.

Ante legítimas demandas de mejora de la seguridad, tenemos múltiples ejemplos de movimientos que generan más problemas de convivencia, como la formación de patrullas ciudadanas o que radicales se aprovechen de su anonimato entre cientos de manifestantes para pervertir el espíritu de la movilización. Sucedió en la marcha de septiembre, con la parada no prevista de los manifestantes ante una vivienda social de régimen penitenciario, con un minuto de enfrentamiento al que no quería haber llegado la plataforma vecinal. Esta plataforma, además, insiste en diferenciar entre los pisos ocupados para el tráfico de drogas y aquellos en los que una familia entra porque no encuentra vivienda. Para estos casos, la entidad reclama “soluciones”.

En un debate como este, en el que suelen pesar más las percepciones que los datos, conviene más que nunca apelar a la calma, a la búsqueda de soluciones mesuradas y a que la clase política construya una solución, sin vagas críticas llenas de adjetivos que nada aportan más que incendiar el ambiente. Y también que los vecinos no se dejen cegar por mensajes excluyentes y generalizaciones interesadas.