Como cada año, por estas fechas, los comités de los Premios Nobel anunciaron los nombres de los galardonados con este prestigioso reconocimiento. La ausencia de mujeres científicas premiadas es la gran decepción de esta edición. Muchos augurábamos que la húngara Katalín Karikó estaría en Estocolmo recibiendo el premio en la categoría de Medicina por su contribución a las vacunas basadas en la técnica del ARN mensajero. Desencanto. No fue así. Donde sí estará la doctora Karikó es en Oviedo esta semana, recibiendo, conjuntamente con otros seis colegas, el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Este año se distinguió a los siguientes científicos: en el campo de la Medicina al americano David Julius y al libanés Ardem Patapoutian, quienes han identificado los receptores nerviosos que revelan la percepción de la diferencia de temperatura entre lo frío y lo caliente o la sensación de rugosidad al tacto de una superficie. En Química, los premiados han sido el alemán Benjamin List y el británico David Mac Millan. Estos dos investigadores iniciaron en el año 2000 una pequeña revolución al ser capaces utilizar catalizadores —sustancias que aceleran una reacción química— de naturaleza orgánica. Mediante este proceso es posible crear moléculas ad novum, abriendo un mundo de posibilidades, tanto en la industria farmacéutica como en la fabricación de materiales con propiedades ajustadas a las más variadas necesidades.

Por lo que respecta al de Física, el comité lo ha dividido en dos mitades, la primera de ellas es concedida al japonés Syukuro Manabe de 90 años y al meteorólogo alemán Klaus Hasselman de 89. La otra mitad es para el italiano Giorgio Parisi. En este caso se ha valorado la contribución de los tres a la comprensión de los sistemas complejos, que son aquellos que no pueden ser estudiados mediante la mera reducción de las partes que los componen. En concreto los dos primeros —Manabe y Hassellman— estudiaron la relación entre la acción humana y el cambio climático. Parisi, por su parte, aplicó modelos matemáticos a otros sistemas complejos, tales como materiales desordenados o los mercados financieros. Por cierto, Parisi nada más recibir el premio Nobel le demandó a la ministra de investigación mayor inversión. Italia no es un país que destaque por el dinero que aporta a la ciencia; en el 2019 dedicó solo 1,45 % del PIB; mientras que los países de nuestro entorno andan sobre el 2,2 %. Claro, que España en ese mismo año dedicó el 1,25% ¡De qué se quejarán los italianos!