Tengan ustedes buenos días, una vez más. Ojalá los hados les hayan sido propicios y, cada cual según su propia hoja de ruta vital, esté lo más satisfecho posible con el devenir de sus días. De corazón se lo deseo.

Hoy toco un tema polémico, aunque sin entrar en el habitual nivel de trifulca en mucho de lo que se dice o se habla sobre él. Me limitaré a exponer mis ideas, desde el máximo respeto por todos, para que usted las compre si le interesa, me las rebata también con respeto si le apetece o las deje correr como agua que fluye y que no va a su cántaro, si es el caso. Nada más. Eso es lo bonito de la buena convivencia, que uno pueda expresarse sin más. Y, en mi caso, sin demasiado ánimo de convencer a nadie. Salvo en temas ligados directamente con los más inalienables derechos humanos, lo mío es mera opinión. Yo hago mi planteamiento y, a partir de ahí, que cada uno piense lo que quiera. Faltaría más.

Entraré al trapo. Y, metidos en harina, ya saben que muchas veces les he contado que doy a Casado por amortizado. Es probable que me confunda, y no sería la primera vez. Pero, viendo su debilidad dentro del partido que lidera, soy de los que esperan que, más pronto que tarde, alguien se lo coma con patatas. Y, si me apuran, creo incluso que podemos discernir por dónde puede venir ese alguien.

Bueno, hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Es ley de vida. Los liderazgos nacen, crecen, se reproducen en otros liderazgos y, finalmente, fenecen. Siempre es así y les ha pasado a los más pintados. Casado, como cualquier otro, no será menos, y algún día pasará a segunda fila, a la reserva, al banquillo o al anonimato. Es lo que toca, y no es malo. Sin embargo, estas líneas están escritas precisamente hoy porque, a tenor de alguno de los últimos acontecimientos contados en los periódicos, creo que tal cosa se va a precipitar aún antes. Y es que yo me pregunto... ¿No tendrá este señor algún asesor verdaderamente fiel y lúcido que le aconseje y, sobre todo, le desaconseje no sé qué cosas, más allá del peloteo? ¿O se lo habrán hecho a propósito?

Miren, Casado ha ido a misa en Granada. Bien, hasta aquí normal. Cada uno, dentro de su libertad individual, es libre de participar en lo que quiera. Y, en particular, en una celebración religiosa. Perfecto. Si esa misa, sin embargo, es de homenaje, recuerdo o está dedicada a uno de los más controvertidos personajes de la historia de España, y en particular a Francisco Franco, la cosa es mucho más peliaguda. ¿Por qué? Pues porque Pablo Casado es el líder de un partido nacional que aspira a formar Gobierno, y que trata de concitar voluntades, sumar esfuerzos y representar, así, a la totalidad de las españolas y los españoles. No solamente a quienes le voten, muchos de los cuales no se identifican para nada con Franco y su ideología, sino al conjunto de la sociedad. Y, si así son las cosas, no toca. No procede. Y no por imagen, o por marketing político, sino porque ambas cosas son incompatibles. Si hay algo que encarna la profunda división que implicó la Guerra Civil y sus consecuencias, eso fue el férreo gobierno de Franco y sus represalias, su ideología y su acercamiento a posturas totalitarias. Y si uno quiere ser un verdadero representante del conjunto, ha de huir de tales extremos. No por quedar bien, repito. Simplemente, porque no se puede estar en la procesión y repicando. Y si uno tiene un mínimo ápice de nostalgia por Franco y el franquismo, ¿qué diantres hace postulándose como adalid de la democracia desde uno de los partidos en liza?

Podría hacer análisis todavía más duro, apelando a qué significó el franquismo, o cómo se vería en Alemania —con sus diferencias y paralelismos— que el líder de la oposición política fuese a una misa por Hitler, en Italia por Mussolini o, de igual forma, a un acto de homenaje a Stalin en Rusia. No lo haré, porque lo que estoy diciendo aquí creo que ya llega para entender la inoportunidad del gesto. No critico, por favor, que Casado vaya a misa. Ni que un ciudadano particular quiera honrar con tal individual homenaje a Franco o a quien le venga en gana, rezando por quien quiera o recordándole. Por supuesto que no. Critico que el líder de un partido con verdadera vocación de gobernar se meta en tales jardines, religiosos o civiles, tomando partido automáticamente sobre algo en lo que no debería tener dudas, expresar vacilaciones ni dar bandazos, desde una perspectiva democrática. Para mí no procede, y hasta es grave.

Con todo, sé de buena tinta que a muchas personas del Partido Popular —digan lo que digan— este nuevo patinazo les ha escocido, y mucho. Escenificarán otra cosa, como siempre, y tratarán de nadar y guardar la ropa. Pero ellos saben, en su fuero interno, que ha sido otro episodio verdaderamente inoportuno, que no sé si les hará o no daño en materia electoral —eso siempre es complejo e insondable-— pero que implica una profunda incoherencia y la reactivación de la sombra de una sospecha que acompañó a personas importantes en el partido desde su misma fundación, precisamente por sus vínculos con Franco y el franquismo.

En fin... El que tenga oídos, que escuche si quiere. Y el que no, que haga lo que le plazca. A mí, sin ambages, me parece torpe que alguien supuestamente en la cúspide —Gobierno u oposición— de nuestro ámbito representativo esté en estos conceptos, en estas querencias y en estos berenjenales... Creo que es un paso más en su descrédito.