Buenos días. ¿Qué tal están ustedes? Por aquí sin demasiada novedad. No me refiero a los trepidantes acontecimientos en la esfera internacional, donde una escalada de tensión —como siempre ocurre— no responde únicamente a una situación concreta, y enquistada desde hace tiempo, sino también a la utilización de lo bélico —algo también habitual— como salida a las cuitas económicas y políticas de los promotores de tal cosa.

Ahí sí que hay novedad, y más que habrá. Y ya tendremos tiempo de contarnos cosas sobre ello.

No, cuando decía “sin novedad” me fijaba más en el día a día, en el desgranar de las horas y los días, en un momento en el que todo se aboca por aquí a una tensa calma, después de que las autoridades y buena parte de la ciudadanía hayan abdicado finalmente de su responsabilidad frente a la situación pandémica en la que nos toca vivir. Mirando para otro lado y hablando de la situación en pasado, a pesar de todo el sufrimiento que se sigue generando hoy en día. Y de todo lo que puede llegar aún.

Así las cosas, hoy quiero focalizar estas líneas en otro asunto. En algo de lo que viene como futuro y que, si les soy sincero, me asusta, por su potencial capacidad para desmembrar definitivamente cualquier cosa medianamente parecida a lo que queda de convivencia. Lo personificaré en el último invento de Mark Zuckerberg, pero en realidad podría poner otros muchos ejemplos. Les hablaré de Metaverso, pero soy consciente de que tal planteamiento, aunque avanzado y ambicioso, no es sino la punta de un iceberg mucho más grande.

Miren, lo diré sin ambages ni reviravoltas. La realidad virtual, lo cibernético y la fantasía de los escenarios impostados pueden ser una herramienta de extraordinaria potencia a la hora de abordar muchas necesidades desde el punto de vista educativo, sanitario, científico-tecnológico, asistencial, industrial y social. Con ello me refiero a su interés y capacidad para ayudarnos y hacernos más fáciles multitud de procesos hasta ahora fuera de ese mundo mucho más tangible, en el que nacimos y nos movíamos. Pero para todo lo demás, y en particular para crear una realidad impostada convirtiendo a la virtualidad en un fin en sí mismo, encerrarnos en nosotros y fabricar una realidad falsa, pienso que ni hace falta ni es buena. Que se la queden para ellos. La respeto profundamente y entiendo que, en un entorno diverso, puede haber hasta a quien le encandile. Pero ni la quiero ni estoy dispuesto a que la metan con calzador en mi vida.

Se nos presenta como una gran liberación y oportunidad que nuestro avatar pueda vivir en la casa de nuestros sueños, que podamos interrelacionarnos o incluso enamorarnos virtualmente de aquellos a quienes jamás conoceremos en persona, y que nos permitirá viajar, desde casa, a mil y un paraísos. ¡Qué horror! ¿Hemos perdido definitivamente el rumbo? O, aún peor, ¿empezamos a parecernos peligrosamente a alguno de aquellos mundos perversos imaginados por Huxley o Asimov? ¿Pediremos soma en fila implorando la felicidad que nos proporcionará un servicio o un producto? ¿No hemos aprendido ya en que vivimos mucho más tranquilos sin todas esas capas de cebolla, artificiales e interesadas, que nos propone un sistema que, a la postre, nos ignora, compartimenta y adocena?

En fin… pueden ustedes ir pensando en su avatar en Metaverso o en otras comunidades parecidas. Conmigo, que no cuenten. Me apetece mucho más el olor a tierra y verde del bosque, el bañarme en el mar todo el año, descubrir personas de carne y hueso o leer a los clásicos. Poco me importa lo que me pierda en la virtualidad, por muy edulcorada que esté esta. La realidad es lo que importa, y soy de los que piensan que deberíamos invertir nuestros esfuerzos en mejorar todas sus costuras, y no en huir de ella…

No olviden que las tendencias y las metas de cada momento son también construidas por humanos. No son algo inmutable, ni una meta inexorable. Cambian. Y así como se proponen, se pueden tumbar. Yo les propongo una mucho mayor ruralidad, desarrollo tecnológico y dejar la virtualidad para lo que realmente puede ser un instrumento increíble. Pero no para que se nos vaya definitivamente la cabeza de la realidad. Gracias.