Ya no eres nadie si no protagonizas un documental. El género ha eclosionado y ahora hay documentales sobre Sergio Ramos, Raphael, El Dioni, el Papa, Kempes o la Quinta del Buitre, incluido Butragueño, que merece un spin off. Y un plato de potaje.                                   

 Se coge a un nota con tirón popular o morbo o ambas cosas y se le entrevista en blanco y negro. Más tarde se trocea la entrevista al gusto, se adoba con imágenes, se paga a unos amigos para que salgan elogiándolo y se enlata para que una plataforma la publicite: “Tu vecino como nunca antes lo habías visto”. “Miguelín, el increíble salto de un barrio humilde a un adosado en Móstoles”, “Macarena, de promesa cinematográfica a promesa cinematográfica”. Si el protagonista está muerto, por ejemplo, Lola Flores, los herederos pueden consolarse de tanta pena con los derechos que devengue el documento documental, e incluso colaborar para incrementar un poco su fama y caché. Si el protagonista está vivo hay dos posibilidades: que todo vaya bien o que sea un vivo. Un listo o lista, que quiera malmeter en el guión y obviar episodios truculentos o de poco éxito.                               

Bioficciones sobre alpinistas, toreros, cocineros sabrosos que están en todos los perejiles, nigromantes, filatélicos, poetas o balompedistas. Y así es nuestra parrilla televisiva documentera hoy en día, a las diez un docu sobre Napoleón, a las once otro sobre Stalin y a las doce uno —plato fuerte— acerca de Jorge Javier Vázquez. Antaño solo tenían documentales Jack el destripador, Hitler, Jesucristo y si acaso Pelé y Di Stefano. Ahora hay gente que vive para tener un documental. Que hace determinadas cosas para que luego salgan en un documental.                             

La vida es lo que nos pasa para que más tarde salga en un documental. El documental es el testamento del siglo XXI. Los futbolistas meten goles para que su documental sea más largo. Los cantantes dan conciertos para generar más imágenes para su documental. El documental es lo que largas a la posteridad. El olvido es no estar en el catálogo de Netflix. Documentales para todos. Otra ronda de documentales. Estudias o documentas. Ponga un documental en su vida, no, ponga su vida en un documental. No somos nadie. Y menos, sin documental.