Buenos días. Tal y como decíamos, ya es febrero. Un mes corto y el último completamente ubicado en la actual estación, el invierno. Y es que a partir de ahí, aunque la primavera comience al final de marzo, tal y como están las cosas del clima todo suele acontecer muy rápido. Flores por doquier antes de tiempo, luz y color en el campo y... una nueva fiesta del despertar de la naturaleza. Pero no adelantemos acontecimientos. Por ahora solamente estamos empezando este segundo mes del año. Disfrutémoslo, poco a poco y sin prisa. Ya llegará lo que tenga que llegar...

Cambio de tema y me centro en lo que quería contarles hoy. Hace unos días regresaba a casa utilizando la Autopista del Atlántico y, por enésima vez, constaté lo que veo habitualmente, desde que se puso en marcha el nuevo sistema de descuentos para los usuarios, que incluye en la bonificación el cien por cien de la vuelta en cualquier trayecto y cualquier día. ¿Qué es lo que he observado? Pues lo mismo que habrán detectado ustedes, un enorme incremento en el tráfico de todo tipo de vehículos en la vía de alta capacidad. Y es que si antes la autopista tenía una densidad de vehículos determinada, hoy en muchas franjas horarias la misma parece haberse duplicado. O más... No conozco los datos reales, y quizá en números absolutos el tráfico total no se haya multiplicado por dos. Pero en tramos y momentos concretos, o eso o incluso mucho más. Estoy seguro de ello, y en su momento buscaré la evolución de tales datos para corroborarlo.

Muchas veces hemos hablado aquí de las deficiencias en el mantenimiento y estado de tal vía actualmente, sobre todo comparando con el estado y cuidado de la misma hace un tiempo. Durante años se invertía, por ejemplo, en un aglomerado especial poroso de altísima calidad y prestaciones para el firme, con un mantenimiento verdaderamente excepcional durante muchos meses al año, incluyendo la inyección de agua a alta presión en los poros del mismo, consiguiéndose un efecto de total evacuación de las precipitaciones. Tiempos en que, también, el personal al servicio de la concesión era mucho mayor, con buena parte de las cabinas atendidas por personas y no por máquinas. Días mejores para el estado general de una vía sobre la que malas decisiones políticas, en cascada, propiciaron la extensión de la concesión durante un período de tiempo absolutamente exagerado e inédito en comparación con muchas otras infraestructuras del Estado. Ya saben que, precisamente, está actualmente en tela de juicio tal conjunto de prórrogas, incluso con el cuestionamiento de las mismas por parte de los organismos competentes europeos, con procesos abiertos cuya resolución puede llevar a drásticos cambios.

Pero, aún con tales deficiencias, los actuales titulares de la autopista ganan hoy más que nunca, por dos motivos. Primero, por la subida continuada —en ocasiones hasta cuatro veces en un año— de los precios, prohibitivos desde hace años para buena parte de la ciudadanía y sin rutas alternativas. Y, segundo, porque la generación del antedicho mayor tráfico y el hecho de que los novedosos descuentos para el usuario están íntegramente cubiertos por la partida destinada a tal efecto en los Presupuestos Generales del Estado, implican que la autopista sigue ingresando los importes íntegros de tales peajes. Los usuarios no pagamos la vuelta, no, y es de agradecer con unos precios difícilmente asumibles por los particulares y, más concretamente, por los que usamos tal vía sin alternativa razonable para dirigirnos al trabajo cada día. Pero la autopista, ingresando la totalidad de los mismos, tiene que estar ganando hoy más que nunca. Hay quien lo cifra en volúmenes que multiplicarían por seis las inversiones adicionales realizadas. La infraestructura tiene que ser, hoy, algo así como la gallina de los huevos de oro.

La mejor evidencia de que es así, y de que la empresa genera pingües beneficios para gestores muchas veces muy alejados de nuestro contexto y realidad, es la participación en la misma de fondos de inversión que buscan gran rentabilidad y no implicarse demasiado en las empresas en las que invierten de forma temporal. Un fondo no es un compañero fiel y estable en cualquier emprendimiento. Juega a ganar rápido y bien, dejando hacer mientras no le toquen su exigencia de determinado beneficio. Y sale con la misma rapidez que entra, cuando la caja que se hace no le satisface o no le compensa, en relación con otras posibles inversiones. Si los fondos han llegado, se han quedado y han jugado a cambiarse los cromos de esta y otras infraestructuras es porque, sin duda, la misma es altamente rentable. Y lo sería igualmente si, con buena gestión, el propio Estado o, mejor, la administración autonómica la asumiese directamente, no repercutiendo en el usuario la parte correspondiente al beneficio neto transferido al capital privado participante.

Resumiendo, la autopista es más cara que nunca hoy, tiene más tráfico y, por tanto, gana más. Y esto independientemente de que, por fin, nosotros paguemos menos. Pero la realidad es que, con una vía cada vez más desatendida, los números que se generan tienen que ser, por fuerza, mucho mayores. El enorme esfuerzo del Estado —de todos y todas— para intentar abaratar el disparatado y segregador coste del uso de esta infraestructura no implica que sus titulares ganen menos. Ellos están a otra cosa. Y eso, aunque se nos haya abaratado el precio a los usuarios, sigue chirriando. Mucho. ¿Cuánto tiempo más seguirá sucediendo esto?