La pandemia del COVID-19 ha impactado de manera contundente en el sistema sanitario, desde la inicial saturación de las UCI, que ha sufrido variaciones en función de la intensidad de las oleadas, hasta la repercusión negativa en la atención primaria, el eslabón más débil y sobre el que ahora recaen las consecuencias de una situación que ha llevado, en unos territorios con mayor impacto que en otros, la sanidad al borde del colapso. De entre los datos que certifican que las costuras del sistema han vivido momentos críticos, destaca la cifra del 60% de aumento de las listas de espera en España entre diciembre de 2019 y mayo de 2020. La práctica paralización de los hospitales, centrados en la lucha contra la pandemia, tuvo un efecto dominó en el resto del sistema, que ya llegaba tocado a causa de los recortes sufridos en sanidad desde 2010.

La problemática se cifra tanto en las propias listas como en la demora en el tiempo en que se llevan a cabo pruebas diagnósticas, visitas a los especialistas o intervenciones quirúrgicas. En el primer caso, el porcentaje ha descendido en relación al periodo más dramático (2020), pero sigue siendo altísimo si lo comparamos con la etapa anterior a la pandemia. Para acceder a colonoscopias, mamografías u otros sistemas de diagnóstico, ahora se tarda mucho más que en 2019, cuando la cifra ya era alta de por sí. Las visitas a especialistas es el único parámetro estabilizado, mientras que la cirugía sigue ofreciendo peores datos que hace dos años. Según la última comparativa del ministerio en noviembre pasado, Galicia figura entre las comunidades donde menos tienen que esperar los pacientes tanto para operarse, 70 días, solo por detrás del País Vasco, y es la sexta en tiempos de espera por la primera cita con el especialista. Pero solo en un año, la pandemia provocó que se hicieran 45.000 operaciones menos en la comunidad.

Una de las preocupaciones de los profesionales médicos en toda España es el infradiagnóstico, es decir, todas aquellas enfermedades que, de alguna manera, han quedado postergadas por el COVID-19 o que están latentes o cuya eclosión se verá influida por la pandemia. Organizaciones de médicos coinciden en denunciar que “no hay gente nueva que entre en las listas de espera” y, en consecuencia, hablan de una “futura explosión de patologías que emergerá los próximos meses y años: cardiacas, oncológicas, neurológicas, diabetes, hipertensión”. Contando, además, con la presencia de los enfermos por COVID persistente (entre un 15% y un 20% de los que han sufrido la enfermedad), un nuevo factor a tener en cuenta.

Lo evidente es que la atención en primaria, si bien con más afección en unas regiones que en otras, se ha visto desbordada por una sobrecarga asfixiante. Y la irrupción de la sexta ola, con su explosividad en contagios, ha venido a castigar aún más un sistema que ya estaba en una situación complicada antes de la pandemia. En el caso de Galicia, el impacto de la última oleada obligó al Sergas por ejemplo en el área sanitaria de Vigo a ordenar temporalmente a catorce centros de salud a atender solo casos urgentes y relacionados con el COVID.

Contactar telefónicamente con los centros de salud era en muchas ocasiones una misión casi imposible, las citas se retrasaban y los facultativos veían como se les venía encima otra montaña de trámites burocráticos, como dar altas y bajas a una avalancha de pacientes con COVID, a sumar a la que venían soportando hasta ahora. Un disparate. Los problemas se agravan aún más por la falta de profesionales y médicos sustitutos, una ausencia global en el Sistema Nacional de Salud a la que nadie hasta ahora le ha puesto un remedio definitivo. Las medidas aplicadas para descongestionar las agendas médicas como recurrir a la captación de voluntarios jubilados y médicos sin especialidad o pasar a tramitar bajas y altas automáticas, entre otras, con ser parches para aliviar el problema no atajan su raíz: la carencia para afrontar un serio problema de relevo de sanitarios. Solo en Galicia, los centros de salud tendrán que afrontar la pérdida de 400 médicos de familia por jubilaciones en los próximos cuatro años.

El Servicio Galego de Saúde reconoce la situación. “El personal es el que tenemos, escasean los médicos y los enfermeros”, admiten, a la vez que precisan que es un déficit generalizado en toda España. No cabe olvidar sin embargo que esa escasez no obedece solo a motivos salariales, por ejemplo: en la enfermería quizá sí porque se van en muchas ocasiones en porcentaje elevado a países como Reino Unido con peor sanidad y mejor salario; los médicos en general hacen una senda contraria, salen ya pocos de las facultades y menos aún terminan el periodo mir de seis años. Hay un vacío especialmente en pediatría, oftalmología, medicina interna y algunas otras especialidades que no se resuelve con el sistema mir, que está desfasado.

Para Sanidade, la solución a corto plazo ante el problema de captación pasa por una convocatoria extraordinaria de plazas mir, el avance en la categoría de especialista de atención primaria e incorporar a técnicos de salud para tareas sanitarias que no precisan la intervención del facultativo. Para la oposición, que denuncia precariedad y recortes, el problema del servicio de salud es de modelo y de recursos y exige cambios estructurales y más oportunidades para los profesionales. Sanidade ha anunciado nuevas medidas a medio plazo como acelerar la plataforma tecnológica de salud que permite la devolución de llamadas, 86 nuevas plazas de consolidación de personal, mil plazas de enfermería a convocar en febrero y 109 puestos en el Plan Galego de Atención Primaria. Los centros de salud pasarán a clasificar las citas en urgentes, inmediatas y ordinarias, con la pretensión de que no todas las peticiones de cita acaben en la consulta del médico y hacer el proceso más funcional.

Los resultados hablarán; en cualquier caso la insistencia sobre que la atención primaria es el primer paso para eliminar los atascos hospitalarios debe ser atendida con más recursos. Del Gobierno gallego, pero también del Ejecutivo central que, a la hora del reparto en el nuevo modelo la financiación autonómica, debe ponderar en el caso de la comunidad gallega el alza de los costes que supone atender a la población más envejecida y dispersa de España. Y visto lo ocurrido en Europa con la pandemia es ya inaplazable una política sanitaria pública común: hay precedentes, el mismo hecho de la coordinación en la compra de vacunas, un referente claro de que es posible.

Siendo prudentes y sin levantar la guardia, cuando la crisis provocada por la pandemia parece que remite —en atención, sobre todo, a los últimos datos hospitalarios, a la velocidad de propagación y a la afectación de unidades de cuidados intensivos— conviene poner un énfasis especial en la base del sistema sanitario público. Y la realidad es que solo se podrán paliar las listas de espera, con un fortalecimiento de la atención primaria, verdadera piedra de toque de la salud comunitaria. No solo se trata de hacer frente a una emergencia en cierto modo controlada sino de procurar ir más allá, prevenir y detectar a tiempo patologías que ahora han quedado, por desgracia, en un segundo plano.