Un elemento fundamental en la política es el poder. En las elecciones, este poder depende del voto, de los escaños y, una vez repartidas las fichas, del peso que los partidos tienen dentro de su bloque. Este último elemento, también llamado 'poder de negociación', explica en gran medida cuál es el gobierno resultante más probable en Castilla y León. Pero antes de eso, repasemos con los datos de Predi cuál es exactamente ese gobierno más probable.

Los datos más actualizados, que tienen en cuenta los resultados ya publicados de las elecciones, otorgan al gobierno de coalición de PP y Vox una probabilidad del 83%, mientras que el gobierno de PP en solitario con el apoyo externo de Vox se sitúa en el 10%. El resto de opciones cosechan datos de probabilidad aún más bajos. Esto confirma las tendencias que el mercado de predicción venía estimando desde el inicio de la campaña. Que el gobierno dependería de los escaños de las dos formaciones de derechas y que Vox tendría más probabilidades que ninguna de las elecciones anteriores de sentarse en un ejecutivo autonómico. ¿A qué se debe esto?

Con el reparto de escaños resultante de estas elecciones —aquí cabe señalar que nuestras predicciones obtuvieron el error más bajo junto a otras dos encuestas—, Vox reúne un poder de negociación del 29% dentro de su bloque. Esta cifra es la mayor de todo el registro de elecciones autonómicas en comunidades con mayoría de derechas. Contrasta, por lo tanto, con el peso de Vox en Galicia (0%), Murcia (15%), Madrid (16%) e incluso Andalucía (20%). Más si cabe contrasta con el poder de negociación que los mismos ultraderechistas conquistaron en las elecciones de 2019 en Castilla y León, un 2%. Si observamos esta cifra de poder de Vox en perspectiva comparada, se puede considerar que los ultraderechistas tienen números suficientes para reclamar a los populares su parte de pastel en el Gobierno autonómico, que incluiría la vicepresidencia para el líder de Vox en este territorio, Juan García-Gallardo.

Sin el escollo de Cs

El crecimiento en poder de Vox no es la única razón por la que los de Vox están más cerca que nunca de un gobierno. Uno de los escollos que evitaba su entrada es que existía otro partido más moderado, Ciudadanos, con tamaño suficiente como para solicitar que Vox se quedase fuera de la coalición. Este partido ha pasado de ser el tercero en Castilla y León a cosechar un solo diputado, los mismos que Unidas Podemos o el partido provincialista Por Ávila. Hoy ya no es clave para la formación de gobierno y en la mesa solo se sientan populares y ultraderechistas.

Ser solo dos es una buena noticia para Vox, pero solo en parte. Ciudadanos era un escollo para su entrada, sí, pero también la excusa perfecta para quedarse fuera. Si algo enseña echar un ojo a sus hermanos ultras de Europa, es que quedarse fuera del gobierno les permite recrearse como 'outsiders', no decepcionar en la gestión y diferenciarse del PP y Ciudadanos recogiendo el descontento que estos han ido dejando a su paso.

Con Ciudadanos borrado del mapa de pactos, sería injustificable para sus votantes que Vox no reclamase entrar en el Gobierno para así ejecutar las medidas que proponen. Sea por obligación o por cambio decidido de estrategia, todas las informaciones apuntan a que Vox apostará esta vez todo a entrar en el Ejecutivo, máxime cuando poco después de conocerse los resultados provisionales, Santiago Abascal salía a decir que a García-Gallardo se le estaba "poniendo cara de vicepresidente".

Las vías de escape

La pelota está en el tejado de la afamada esquina de la calle Génova de Madrid. Su margen de actuación es mínimo. Es cierto que existen dos inverosímiles vías de escape. La primera es forzar la repetición de elecciones. Opción que, de todas todas, es poco recomendable después de los resultados tan ajustados que obtuvo Alfonso Fernández Mañueco. De haber continuado su tendencia decreciente, además, según los datos de Predi, no hubiese tardado mucho en perder la mayoría. Nada hace vaticinar que el PP esté dispuesto a tirar los dados otra vez.

La otra opción es también poco imaginable. Consiste en que PP y PSOE lleguen a algún tipo de acuerdo por el cual los procuradores de Vox no sean necesarios. Aquí, a los cálculos del PP se suman los del PSOE, que entraría a sacar las castañas de Pablo Casado de las ascuas. Si el apoyo lo otorgara el PSOE 'a cambio de nada', con el objetivo de que Vox no entre en el Gobierno, nada evitaría que luego el PP pactara cada medida con Vox y, por lo tanto, el PSOE saliese dañado de esta ecuación.

Volantazo contraproducente

Si el PSOE pactara un gobierno con el PP, ya sea mediante unas medidas pactadas o un gobierno de coalición, ambos partidos se arriesgarían a dejar un espacio amplio a cada uno de sus extremos para que tanto Vox como formaciones de izquierda (estatales o provinciales) crecieran a su costa. Los cargos más moderados dentro del PP pueden fantasear con esta fórmula porque el resto de opciones implican costes altos, pero nada hace presagiar que el PSOE esté dispuesto a dar un volantazo estratégico de este calibre en unas elecciones en las que su papel era otro.

En las siguientes semanas se es probable que presenciemos intervenciones que cuestionen el liderazgo de Casado y aspavientos internos y mediáticos contra la entrada de Vox (seguramente desde Galicia y Andalucía), pero con los datos de Predi y las razones que da la experiencia comparada, todo hace presagiar que Castilla y León será la puerta de entrada de Vox a la estructura ejecutiva del Estado. Empieza la cuenta atrás para las elecciones en Andalucía.