La Opinión de A Coruña

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Rosa Paz

Sáhara, ‘realpolitik’ o continuismo

Es posible que en épocas de tribulación, como la que se vive en este momento, optar por la realpolitik sea lo más recomendable para un líder político, aunque eso lo aleje de algunos de los valores ideológicos que dice defender. Es posible también que quien cambiara la posición del Gobierno español sobre la situación del Sáhara Occidental fuera el presidente Rodríguez Zapatero en 2008, como él mismo proclama, y que nadie entonces se diera cuenta. Si eso es así, claro, Pedro Sánchez no tendría por qué haber dado ninguna explicación ni a los miembros del Ejecutivo, los propios y los coligados, ni a la oposición ni a nadie. ¿Por qué debería haberlo hecho si la decisión ya se había adoptado hace 14 años y su carta al rey Mohamed VI era una simple copia de aquello que también tácitamente habría mantenido después Mariano Rajoy?

Zapatero, convertido en el casi único valedor de Sánchez, ha explicado, primero en la Ser, después en El País, cómo y por qué decidió considerar como “esfuerzos serios y creíbles” la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara y ha recordado que esas palabras figuran también en las resoluciones de la ONU. De hecho, en la misiva de Sánchez solo se añadiría el adverbio “más”, al calificarla como “la más seria, creíble y realista”. ¿A qué viene, pues, tanto revuelo? ¿A qué se debe que Marruecos se haya dado por satisfecho y haya devuelto a Madrid a la embajadora que retiró hace 10 meses? ¿A qué que Argelia haya llamado a consultas a su embajador?

Algo no encaja. Más allá, claro, del secretismo y la opacidad con que se consumó el envío de esa carta y del modo en que fue dada a conocer por la casa real marroquí. Claro que es importante la integridad territorial de Ceuta y Melilla, que Sánchez dice haber tenido como prioridad en estos meses de casi ruptura diplomática, y claro que es mejor que Marruecos controle la llegada de inmigrantes. Pero incluso en temas tan espinosos hace falta transparencia, por salud democrática y en aras del consenso. El bueno, no el que ha logrado de todos contra el Gobierno.

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