Últimamente cada solista de violín que escuchamos toca un Stradivarius. Violines que superan los diez millones de euros, incomprables para los solistas y que son cedidos a éstos por mecenas o bancos. Obras de arte de los siglos XVII-XVIII que en manos de grandes instrumentistas producen el sonido más bello y perfecto que uno puede escuchar.

Este fue el caso del violinista de esta noche, Philippe Quint, que puso de manifiesto ser conocedor del secreto del sonido, con un precioso y cálido timbre sobre todo en las tres cuerdas más graves de su Stradivarius, en un concierto, el de Korngold, muy azucarado y con momentos que dan la sensación de estar escuchando la banda sonora de una película.

No dieron la sensación de estar muy cómodos solista y orquesta con el director (también en Sibelius), habiendo claros y notorios desajustes aparte de alguna que otra imprecisión de afinación y rítmica por parte del solista, que mostró unos convencionalismos poco estéticos en sus movimientos sobre el escenario, que uno ya no sabe bien cómo interpretar. Buen violinista y notable interpretación, el listón está muy alto dada la nómina de solistas de esta temporada.

Siguió la primera de Sibelius, obrón donde los haya, y en la que es determinante para el devenir de la misma el gran solo inicial de clarinete. Y ahí Ferrer, valenciano afincado en Monte Alto, con su habitual maestría y buen hacer, ponía a punto la motivación de sus compañeros en la que fue una buena versión a pesar de las evidentes dificultades de conexión entre orquesta y Nesterowicz, maestro que intentó mejorar lo que Sibelius escribió, no consiguiéndolo por no ser capaz de convencer a los músicos con los confusos movimientos de sus manos, a falta de batuta.

Una orquesta que en ocasiones parece no necesitar de director mostró su solidez donde sabe lucirse con una gran introducción de la cuerda, o los fugados centrales entre maderas y cuerda y destacados momentos del scherzo. Buenas intervenciones de Walker a la flauta, Hill al oboe, Belmonte a los timbales y un motivado Salgueiro que brilló como primer fagot. Bellas intervenciones de las trompas, como es habitual, con Bushnell y Gómez impartiendo maestría.

Mientras escuchaba el concierto reparé en lo poco que hablamos de la labor de Landelle al arpa, y es que lo hace con tal maestría y afinación que hace que parezca que no está y por eso pasa tan desapercibida. Seguimos con la incertidumbre del sustituto de Dima, ¿se resolverá pronto?