La Opinión de A Coruña

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Pilar Galán

Desabastecimiento lector

Quizá la solución contra la burricie y el egoísmo sea correr la voz de que se acaban los libros. Hagamos como con el papel higiénico, como con el aceite de girasol, la leche o la gasolina. Vaciemos los estantes de las librerías, formemos colas vociferantes frente a las bibliotecas con nuestro carné en alto, carguemos carritos de supermercado con el primer tomo que encontremos, da igual cual sea. En el saqueo podremos tener suerte y llevarnos a casa a nuestros autores favoritos, como un botín que disfrutar a escondidas. O a lo mejor en las cajas solo hallaremos lectura de usar y tirar, como si nos gustara la leche entera y hubiéramos acabado con las existencias de la desnatada, porque sí, para que otro no se la lleve y la guarde en esos garajes o trasteros que bien podrían abastecer a la mitad del tercer mundo. Si creyéramos en un desabastecimiento literario, inventaríamos otras lecturas sobre los libros que tuviéramos en casa, como hicimos con la harina que llenó nuestros estantes en el confinamiento. Descubriríamos nuevas formas de leer, de la misma manera que aprendimos a hacer pan o bizcochos con tal de dar salida a los excedentes de nuestro loco consumo. Igual que tenemos en los libros electrónicos miles de ejemplares que no leeremos nunca, aunque solo sea porque somos mortales y nuestro tiempo es limitado, podríamos amueblar nuestra casa con ejemplares en papel, enciclopedias, colecciones… colocadas unas sobre otras, a la manera del papel higiénico que iba a faltarnos durante los primeros días de la pandemia. A lo mejor, si nos diera por leer alguno de los libros saqueados ante la amenaza de una escasez inminente, nos volveríamos menos crédulos, menos fáciles de engañar, menos tontos, en suma. Quizá también más preparados para una escasez real, para compartir y no acaparar, para dar y no almacenar bajo siete llaves productos que no hubiéramos comprado nunca si no nos hubiéramos creído los rumores de su desaparición. El libro en papel lleva amenazado de muerte desde hace décadas. Alguna vez será verdad. Almacenemos libros, leámoslos, compartamos su lectura. Puede que entonces volvamos a aquellos días del confinamiento en que el encierro disparó la solidaridad y la esperanza de que seríamos mucho mejores. Ahora parece literatura de ficción, pero entonces fue real. A lo mejor tampoco es tan difícil intentarlo de nuevo.

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