Imaginar que en Occidente la plenitud de las libertades públicas sea una conquista irreversible ignora las grandes mareas cíclicas de la historia. De hecho hoy la democracia liberal se encuentra seriamente amenazada a los dos lados del Océano Atlántico en que han florecido las grandes democracias. En USA, donde nacieron, la providencial victoria de Biden contuvo de momento la presión de la lava, pero la masa retenida sigue ahí. En Francia se dirimirá en seguida la fuerza del magma, que en países como Hungría no es ya una amenaza sino una realidad consolidada bajo el indisimulado formato de la democracia “iliberal”. Cada avance en los derechos de las minorías, o de los derechos y libertades en sí mismos, genera una masa contraria que tiene de su lado estados profundos de opinión, con la reacción antimigratoria y la terca realidad del modelo patriarcal en su núcleo ardiente.
