La Opinión de A Coruña

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José Maria Echevarría

Aún los recuerdo

Fue un viernes santo del siglo pasado, no sé precisar ahora si del año 60 o el 61, pero me acuerdo vivamente porque Juan Carlos, un “guipuchi” compañero de la Facultad de Derecho, que disponía de una “Lambretta” —todo un lujo en aquellos tiempos—, me la prestó para ir a los oficios del Viernes Santo desde Valladolid, donde yo habitaba entonces, al monasterio de La Trapa, en Dueñas (Palencia). Tenía ese capricho —el de ir en moto— y el recuerdo de otros oficios vividos, impactantes con todo el rigor de la liturgia de antes del Vaticano II, en aquella abadía cisterciense, y quería revivir lo que allí había experimentado. Silencios, canto gregoriano, relato largo de la Pasión con tres lectores, acciones pausadas, una adoración a la cruz sentida paso a paso según avanzabas por el pasillo central, a los lados, las sillerías con unos monjes recogidos cuyas caras no veías, y luego la comunión uno a uno. Lo escribo con un sentido fervor como si ahora lo reviviese. Luego ya no he vuelto a sentir algo así, y eso que he ido a oficios de Viernes Santos en monasterios como Oseira, Samos, Poio, Sobrado dos Monxes. No era lo mismo, y eso que la fe me confirma la presencia de Cristo en cualquiera de ellos. También es cierto que hubo reformas litúrgicas. Pero yo siempre recordaré aquellos de La Trapa.

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