La Opinión de A Coruña

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Matías Vallés

Al azar

Matías Vallés

El primo es el alcalde Almeida

Un diario nacional abrevia en su titular de portada que Un juez investiga el pelotazo de las mascarillas en Madrid. Debería especificar a qué Madrid se refiere. Tal vez al ayuntamiento de Madrid, donde reina el primo de José Luis Martínez-Almeida. O a la comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso ha delegado en su hermano comisionista. O globalizando, al Gobierno residente en Madrid, con tres altos cargos interrogados por un juez a raíz de una querella de Vox sobre los contratos de la pandemia.

Entra en la lógica del PP haber descargado la portavocía del partido en una persona que debería permanecer callada. A partir de su destemplada comparecencia aporreando con la etiqueta “mi primo”, Almeida ha ofrecido un repertorio digno de un guion de Pajares/Esteso. El alcalde de Madrid se expresa desde una torpeza adquirida, la rivalidad con Díaz Ayuso exterminó su naturalidad y lo transformó en un político acomplejado. Las comisiones iban por otra parte.

Ayuso acierta hasta en campo contrario, pero Almeida siempre consigue quedarse en fuera de juego, incluso en su propio terreno. A estas alturas debería quedar claro que el personaje misterioso de la trama de comisiones no es el familiar, porque el auténtico primo es el alcalde. Se insiste en que el dinero no se lo llevó él, sería más exacto anotar que ni siquiera se lo llevó él. Es decir, Almeida pagará las facturas de una trama de corrupción sin otro beneficio que haber conocido y felicitado a Luis Medina. El alcalde que de momento ya ha quedado inservible como futuro candidato, consideraba que el rango aristocrático de los suministradores de material dudoso era un plus, de buen grado hubiera abonado las cantidades solicitadas en ducados.

La carta de agradecimiento al aristócrata Medina es peor que las facturas. De hecho, el tupido texto supuso un mayor esfuerzo de redacción que el trabajo llevado a cabo por los comisionistas, para embolsarse la mayor parte de once millones de euros. La prosa del orondo Almeida refleja su éxtasis al introducirse en los circuitos más selectos, y luego dirán que la pandemia fue una maldición. No es de extrañar que el alcalde se considerara en deuda con “mi primo”, y que los numerosos circuitos de control de gasto se relajaran ante los títulos nobiliarios exhibidos en el árbol genealógico del nieto de la duquesa de Medinaceli y del otro beneficiario.

Porque los contratos investigados en Madrid ayuntamiento han demostrado que la corrupción no consigue aislarse de la mitomanía ambiental. El denominado Alberto Luceño cobró comisiones en la proporción de cinco a uno respecto del hijo del duque de Feria, pero la relación entre la presencia mediática de ambos ha sido la inversa. Solo un votante del partido socialista francés o de los republicanos del mismo país atribuiría este desfase a que se espera una mayor ejemplaridad de la aristocracia. Simplemente, Luis Medina es más sexy que el empresario que se quedó con la parte del león de la comisión.

A Núñez Feijóo le vendría muy bien que Almeida y Ayuso se destruyeran mutuamente gracias a sus familiares próximos, pero de momento debe haber sentido la tentación de abandonar antes de desembarcar. Porque la actividad incesante de los hermanos y primos codiciosos se superpone a condenas remanentes de la Gürtel, hasta afianzar la convicción de que cualquier pretensión de una redención del PP está notablemente exagerada.

Sin embargo, los populares siempre han sido más tolerantes con la corrupción que con la derrota, y el alcalde de Madrid se hunde porque ha transmitido una lacerante impresión de debilidad. Se quedó a un paso de pedir un selfie con Medina. Falta aclarar si engañó, pero queda demostrado que es muy fácil engañarle. En su familia hay alguien válido para la política, pero no es José Luis Martínez-Almeida.

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