Muy recientemente los coruñeses hemos podido revivir un trozo de la historia de esta ciudad, con ocasión de la crónica publicada en la página 10 de este diario el pasado miércoles, 20 de abril, informando del cierre de la fábrica de piensos Biona, situada en San Pedro de Nós, municipio de Oleiros. Se precisa que dicha factoría de piensos compuestos se inauguró el 3 de septiembre de 1965, con presencia las autoridades del momento —el recuerdo de una de las cuales, por cierto, ahora está siendo denostado y se especula con retirar su nombre de una calle de esta ciudad— y muchos más detalles que son parte de nuestra historia.

Junto a esa información hay otra en la que un arquitecto propone que se conserve el edificio, ya sin uso industrial, por sus características. Y en línea con esa propuesta me vienen a la cabeza el esqueleto de hormigón de la Cros, antigua fábrica de fertilizantes, en Santiago de O Burgo; del edificio de Conde Medín, en avenida del Ferrocarril, donde estuvieron las naves para el montaje de las furgonetas Fordson en los años 40-50; los varaderos Sáez-Chas; las naves, ya destruidas, de Coalsa, etc.

Más que las instalaciones industriales, con sus maquinarias y productos finales, lo que reflejan esos restos es el empeño empresarial de emprendedores, financieros, técnicos, ingenieros, operarios, administrativos, es decir hombres y mujeres que con su trabajo fueron capaces de crear una realidad que, de alguna forma, aportó bienestar a la sociedad y a esta ciudad. Y hay que estarles agradecidos manteniendo viva su memoria. Hay un duende empresarial que sobrevive en esos restos industriales coruñeses, y que debemos dejarle manifestarse.