No es muy frecuente en la programación de las orquestas un concierto en el que el solista sea un percusionista, pero es inusual y casual que en menos de 75 kilómetros las dos orquestas gallegas programen un concierto para percusión los mismos días. Concierto este, el del jueves, que en principio no estaba programado, lo cual se notó en la escasa asistencia de público, superado incluso por el de la joven orquesta de la OSG del pasado domingo. También inusual la presentación de las dos obras a escuchar a cargo de la bienquerida Teresa Adrán; aspecto que personalmente nunca me gustó ya que en mi opinión, rompe el “ritmo” de protocolo y concentración de un concierto tanto para oyentes como para músicos, con una didáctica más propia de concierto para escolares.

Comenzaba el concierto con una espectacular puesta en escena del concierto para timbales de Glass, nada más y nada menos que con 17 timbales sobre el escenario, siete para Javier Eguillor, cinco para Jose Belmonte y los otros cinco para el timbalero de la OSG. Evidenciaron los valencianos Eguillor y Belmonte no solo su maestría y virtuosismo en el manejo de baquetas y pedales de los timbales, si no su pasión por un instrumento tan vilipendiado y golpeado, pero que ellos miman, esmerándose en todo momento por conseguir el mejor de los sonidos y afinación, tratando con esmero el parche que los cubre para hacer resonar esa “caldera” perfecta.

Espectáculo visual con cruces virtuosísticos de brazos tal cual un batería, giros imposibles para alcanzar todos los timbales, rápidos movimientos acercando la oreja para oír la afinación, fugaces cambios de baquetas para lograr interpretar lo escrito en la partitura y que todo pudo ser llevado a cabo por el gran control de sonido de Trigueros dejando oír en todo momento a los solistas y manteniendo el nivel sonoro de la orquesta contenido hasta los últimos compases de la obra, en que pidió darlo todo. Obra la de Glass con continuas alusiones y similitudes al tema de la película Misión imposible, con una constante repetición de esquemas propio del minimalismo.

Completó el programa la tercera sinfonía de Copland, que da muestras del llamado sonido americano. Como curiosidad desde casi sus orígenes, los principales de cada instrumento de viento de nuestra orquesta son de nacionalidad americana. Se decía del sonido americano que era más directo, más brillante y con más rigor técnico que el europeo. Esta noche excepto el primer clarinete y trompeta, todos eran de nacionalidad americana, intuyo que con muchas ganas de tocar música con sus raíces, como así lo demostraron. Grandes solos de Etterbeek al trombón toda la noche en especial en el segundo movimiento de Glass, de Hill al oboe, de Bushnell a la trompa y de Ibáñez al flautín.

Buen trabajo y oficio de Trigueros, reconocido por sus compañeros de la OSG y una gran alegría poder ver de nuevo las caras, sin mascarillas, de nuestros queridos músicos de la Sinfónica de Galicia.