La semana del centenario del nacimiento de Emilio Alarcos Llorach deja un honroso rastro científico y profano, pero los fastos a veces deslumbran y no dejan ver su objeto a muchos ojos. Lingüista, estudioso de la literatura, crítico, académico, construyó además sin querer un personaje (queriendo suele perder pureza), que en mi memoria y seguramente en la de muchos es todo un monumento, tallado en tiempos política y socialmente inclementes a golpe de entereza, terquedad, laicismo moral, sencillez, consistencia, laboriosidad, ironismo, independencia, distinción y esa atribución de superior valor al compromiso que lleva a administrarlo sin cicatería pero sin dispendio. Ni se entregó nunca en los días difíciles, largos, cansinos, ni se perdió en alardes. Todo lo hizo a su modo en la ciencia, el gusto y la vida, sin dejarse arrastrar, dejando así también el legado de un irrepetible estilo.
